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Los distractores políticos
Los distractores políticos
Por: Leonardo Moreira Delgado
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Viernes 22 Febrero 2019 | 11:00

La desmedida ambición, en la mayoría de los partidos y movimientos, por tener el control y poder político a como dé lugar en la república banana, hace que cada época electoral los candidatos incrementen su imaginación, por supuesto casi nunca desde el civismo, sino desde el rentable negocio, que parece se ha convertido la burocracia del Estado, lo cual se explica por la insólita participación de cantidad y poca calidad de los mismos.

Hace poco tiempo, el discurso de los candidatos, que no es lo mismo que el de los políticos ya autoridades al frente de un gobierno, en el caso de Manabí se centraba en ofrecer carreteras, apoyo al agro, desarrollar el turismo y potenciar el puerto marítimo y, uno que otro más iluminado, defender la autonomía, en función del aporte al erario nacional. En el caso de Manta, terminar con la “sed en el puerto”, como lo denunció Othón Castillo, y erradicar la contaminación.
Al cabo de muchos años y en la actualidad, a pesar de haber logrado tener presidentes y vicepresidentes en el Congreso y la Asamblea, de haber tenido ministros manabitas, autoridades perpetuas en ciertos municipios, de contribuir con los votos determinantes para que un candidato haya sido elegido presidente de la República, las cosas siguen iguales y/o peores.
Una de las razones, sin descartar que existan otras, es la pérdida de memoria colectiva de la mayoría de los electores, que siguen votando por los mismos contenidos demagógicos. Aunque pudiera haber algunos políticos que estarían exentos de esa falta de patriotismo, la pérdida de memoria es una acción perversa, promovida por los politicastros, que tienen su método en la palabra “distractor”, cuyo verbo se refiere a entretener, divertir o apartar la atención de aquello que es trascendente para el bienestar y desarrollo social.
Para que los electores no pongan atención a las cosas importantes, los politicastros se inventan grandes shows mediáticos, “culebrones” en las redes sociales, escandalosas denuncias de corrupción, que luego quedan en eso; inclusive juegan con la buena fe, promoviendo crímenes pasionales y ahora nos entretienen con el problema carcelario, cuando ningún gobierno ha querido enfrentarlo, justamente porque es otro negocio para la supervivencia de la politiquería. 
El filósofo alemán Carlos Marx, en su obra “Contribución a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” (1843), expresó que la religión “es el opio del pueblo”. Creo que ahora lo constituyen otros factores, como la demagogia, la impunidad, el narcotráfico, la corrupción de la justicia, todos fragmentos de la politiquería y, a ello súmele, el frenesí de la campaña electoral, crisis social que muchos ven como la oportunidad para sobrevivir.
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