La introducción e intercambio de especies vegetales con otros continentes se originó en las épocas de la conquista y la colonia y ha continuado hasta nuestros tiempos para la obtención de alimentos y la comodidad del hombre.
El nim (neem en inglés) o Árbol de la India es una especie forestal que se ha cultivado milenariamente en ese país asiático llegando a denominarlo en su lengua como “la botica del pueblo” por sus múltiples beneficios. Entre ellos se le atribuyen propiedades medicinales, aplicación en planes de reforestación, uso de la madera y fines ornamentales. Se desarrolla muy bien en tierras marginales y suelos empobrecidos con marcada escasez de agua. Por estas propiedades fue llevado a finales del siglo XIX a zonas deprimidas del continente africano logrando gran adaptación y aceptación de la población. Posteriormente fue traído a Centroamérica y las islas caribeñas.
Ecuador le debe eterno agradecimiento post mortem al ingeniero agrónomo Jorge Vizcarra por ser el pionero de la introducción en 1978 y propagación de este árbol cuando desempeñaba las funciones en el servicio forestal del Ministerio de Agricultura en Manabí. En su publicación “El Neem, especie forestal para el trópico seco” menciona que gracias a un convenio entre nuestro país y Gran Bretaña recibió 3.000 semillas provenientes de Nigeria, que sirvieron para la reproducción y multiplicación, inicialmente en Manabí y luego en Esmeraldas y Guayas ( Santa Elena, ahora provincia). Actualmente hay cientos de miles de estos árboles distribuidos en zonas deprimidas a lo largo de la Costa ecuatoriana, contrarrestando los efectos del cambio climático y purificando el aire que respiramos.
La versatilidad de esta especie nos unió profesionalmente por su ayuda para investigar sobre las propiedades como plaguicida natural que se obtienen de sus hojas y semillas, trabajando en un proyecto conjunto con la sociedad entomológica en los años 80 en la zona de Manglaralto como un aporte a la agricultura orgánica. Los resultados llamaron la atención de investigadores del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) con sede en Colombia para solicitar semillas y asistencia técnica.
Desde la cátedra en la Universidad de Manabí, Jorge demostró su calidad como docente entregando sus sabios conocimientos a agradecidos alumnos de varias generaciones. Su participación gremial fue muy destacada, pues consta entre los primeros miembros del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Manabí, del llegó a ser su presidente. Su inesperada partida al más allá nos sorprendió a todos, también al núcleo de profesores jubilados de la UTM, al que se perteneció como socio activo, cuyos miembros le hicieron un merecido reconocimiento póstumo. Nos queda su legado como un ejemplo para la profesión de la ingeniería agronómica y la sociedad en general.
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