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El Médico
El Médico
Por: Miguel Sacoto Guillem

Jueves 21 Febrero 2019 | 04:00

Empiezo mi escrito haciendo alusión a un pensamiento de Goltzius. “Cuando la muerte llama a la puerta se considera al médico como un Dios.

 Cuando el peligro queda conjurado se mira al médico como a un ángel. Cuando el enfermo entra en convalecencia ya no se considera al médico más que como un hombre. Y cuando el médico reclama sus honorarios se le considera como al propio satanás”.

Me dio por iniciar este escrito con esta cita porque en días pasados, cuando como médico cobraba mis honorarios, la persona a quien le cobraba se sintió ofendida y lo tomó como una grosería. Mi respuesta fue: ¡no sabía que el cobro de los honorarios es sinónimo de grosería!
A eso estamos expuestos los médicos; pero que se nos tilde de inhumanos me parece inadmisible. Que se le deslice a una persona, por su escasa educación y cultura, palabras contra el médico y la medicina, posiblemente es pasable, aunque no aceptable. Pero que el primer mandatario del país diga que los médicos nos alegramos cuando alguien tiene cáncer porque eso nos sirve para cambiar de vehículo, ¡no! No es aceptable, ni merece disculpa a tan irreparable daño moral a la clase médica. ¿Acaso el cáncer es una enfermedad que sólo puede tenerla una determinada clase social o étnica? 
Viene a mi memoria el tiempo cuando trabajaba como residente del hospital psiquiátrico Julio Endara de Conocoto. Un paciente en su delirio decía que él iba a desterrar a la medicina cuando enfermó de cáncer. En vez de sentirse deprimido, se alegró y se propuso curarse preparando infusiones de hojas de plantas. Llegó a persuadir a los que laborábamos en el hospital para que bebiéramos de esa agua. No quiso someterse a ningún tratamiento médico oncológico. Era un hombre de origen alemán, muy inteligente, culto. Terminó falleciendo en una de mis guardias. Me produjo tristeza. No sentí la alegría de la que habla el mandatario.
Tras haber estudiado algunos años, seguir estudiando, tener muchas horas de desvelo, estar como guardián junto a la cama del paciente, esforzándonos para que siga viviendo, abandonando momentos de esparcimiento junto a la familia porque el deber está por encima de todo, nuestra conciencia nos dicta que tenemos que cumplir con el juramento que hicimos cuando nos investimos como médicos. Pero nadie habla sobre la labor del médico; sólo por el amor al arte y a la ciencia renunciamos a todo.
En las cátedras que impartía a mis estudiantes de medicina, les repetía que estudiar medicina se lo hace por amor, que desechen aquella palabra pronunciada por quienes no aman este arte, diciendo que es una carrera sacrificada. No hay sacrificio, hay amor, nadie hace las cosas por sacrificio, se lo realiza por amor. Recordarán estas frases los que fueron mis añorados alumnos de medicina.
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