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Portoviejo
Se fue a España para recuperar a su mujer, pero regresó muerto

En el hogar de Pablo V. y Carmen M. nunca hubo espacio para las dudas. Se habían conocido desde chicos.

Sábado 16 Febrero 2019 | 11:00

 Así que cuando decidieron casarse -con anillo y todo- no faltaron los augurios de eterna felicidad.

Él trabajaba en una institución pública y ella era profesora de escuela. Con el tiempo tuvieron dos niños, a los cuales, durante el día, dejaban en la casa de los padres de Pablo. En la noche los recogían y se iban para un pequeño departamento arrendado.
Quien recuerda es don Pablo V., el mayor, quien aún vive en su casa de toda la vida, mixta, sencilla.
“Cuando llegó el feriado bancario, a Carmen se le metió la idea de irse a España, en donde tenía unas primas”, cuenta don Pablo, como si quisiera distanciarse de esos recuerdos.
Su hijo le rogó que no se fuera, que ya la cosa iba a mejorar, pero a Carmen ni los ruegos de sus hijos la hicieron cambiar de idea.
“Se fue y dejó a su familia abandonada. Los primeros tiempos mandó algo de dinero, pero luego no supimos nada de ella y mi hijo enloqueció. Se imaginaba las peores cosas, usted sabe.... tan lejos”, señala.
Pablo siguió trabajando y cuidando de sus hijos hasta que, cierta tarde, recibió una llamada desde Murcia, en la que un conocido le dijo que su mujer “lo estaba engañando”.
 “No sabía qué hacer -recuerda su padre-. Primero no dio crédito a lo dicho, hasta que otra vez recibió una llamada, pero ahora de un amigo del barrio que también estaba por allá. La mujercita, en verdad, andaba con otro”, manifiesta.
Cada vez que escuchaba la canción “cuando leas esta carta, yo estaré ya muy lejos” se echaba a llorar.
Desesperado, negoció su renuncia y se fue a tratar de limpiar su honor. Su amor no podía ser burlado de esa manera. Los niños, como siempre, quedaron con los abuelos. Prometió regresar junto con su madre.
Lo que nunca imaginó Pablo, hombre de buenos sentimientos, según su padre, es que su mujer no solo lo engañaba, sino que se había prostituido.
“Según cuentan, ella misma se lo confesó”, dice don Pablo, sin poder disimular viejos rencores.
Un mes duraron los intentos de Pablo por convencer a su esposa de que dejara esa vida. Un 15 de octubre del año 2000 don Pablo recibió la infausta noticia de que su hijo, su único hijo, se había ido de la vida sin permiso de nadie, colgándose de una viga. 
En el bolsillo de su camisa encontraron una carta en la que pedía perdón por su decisión. Al final de la nota solo escribió “Los quiero”.
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