Adversa situación que debe ser vencida por las autoridades pedagógicas tanto de la provincia como de la unidad educativa, para demostrar que el traspaso efectuado fue para que su brillo intelectual sea más resplandeciente, mas no para que sea uno más de los tantos. Dura es la tarea para quienes asumen este reto, considerando que las leyes y normas que regulan la educación en este país se constituyen unas, en verdaderas mordazas para los rectores que no pueden exigir abiertamente los requerimientos de sus planteles de enseñanza, ni defenderlos cuando existen disposiciones superiores que puedan perturbar su normal desempeño, otras excesivamente permisivas que dificultan al docente orientar y corregir al educando; instituciones normativas que deben ser revisadas por la legislación ecuatoriana.
Mientras esto suceda los líderes de las unidades académicas deberán obrar contra la corriente para alcanzar sus objetivos. En esta ocasión especialmente las autoridades del Miguel Iturralde, quienes aunque han demostrado ser buenos sembradores de valores y conocimientos, les toca recosechar la excelencia académica, la formación integral del estudiante en un ambiente pedagógico moderno, que es donde está lo más complejo, puesto que aparte de lo indicado al inicio de este artículo, se suman la llegada de otras entidades a esos predios a raíz de la desgracia del 16A, provocando el hacinamiento, e incomprensiones, las inadecuadas aulas móviles donde se dictan clases y la falta de espacios recreativos para los estudiantes, serias condiciones que atentan contra la buena enseñanza y derechos del niño.
El desafío es grande, pero en esta realidad toca restaurar y preservar el emblemático prestigio de la lacerada unidad educativa Miguel Iturralde.