En el centroamericano país, Guatemala, sucedían cosas similares o peores a las que desde hace rato aquí sufrimos, todo, coronado por la más descarada impunidad, la que en cierta forma aquí se apoya en la mismísima Constitución, por el gran aparataje y sus tantos enredos legales, que dejan expedito el camino del caótico estado de cosas que surgen a diario. Hasta que el guatemalteco clamor ciudadano hizo que un mandatario, atado de manos como estaba, se anime a pedir ayuda a organismos internacionales para con su intervención atacar legalmente al monstruo que estaba devorando esa sociedad. Algo similar ofreció López Obrador en su reciente posesión de presidente de México.

Observadores y expertos consideran que esta es una urgente medida, que de tomarse, elevaría la menguada popularidad de nuestro Ejecutivo por los buenos resultados que de seguro se obtendrían, aparte de la posible pronta recuperación de los capitales y bienes que ahora poseen  los conocidos y evidentes nuevos ricos que produjo el correato. 

Esto, recuperaría la inicial confianza ciudadana que, pese a la paulatina “descorreización” del aparataje administrativo, está expectante esperando mejoras económicas sensibles y demostrables, en las que la creación de plazas de trabajo es lo más estimado; para todo esto, es digno de aplauso el buen perfil de Otto, el nuevo joven Vicepresidente, y las gestiones de las actuales autoridades económicas, mismas que merecen espaldarazos políticos, tanto en áreas de relaciones exteriores, cuanto en lo interno, ya que se demanda acortar plazos de solución a las crecientes necesidades.

Soluciones y/o definiciones en los asuntos Assange y Maduro, los más sonados, aunque no se crea, están conectados a temas económicos, porque definen el camino político de nuestro régimen, que poco a poco se ha ido desmarcando del equivocado rumbo que transitamos en el anterior gobierno y que nos dejó aislamiento del conglomerado mundial que compra nuestros productos y nos vende lo que requerimos, como también apoya las necesidades de nuestra sociedad. Imitar a Guatemala en sus buenos pasos dados permitiría cambiar la actual complicada situación y aquí el refrán terminaría en “Guatemejor”.