Esto ha hecho una sociedad adicta al internet, al iphone, al ipad, a la laptop, a las redes sociales y por lo tanto influenciada por lo que allí aparezca. Utilizando toda esta infraestructura tecnológica, los gobiernos y los políticos de los diversos países del mundo aprovechan este instrumental para comunicar e influenciar a los ciudadanos que a veces sólo escuchan estas voces a su alrededor.

El marketing, la propaganda política y no política, encasilla a los ciudadanos a creer determinado hecho, a aceptar todo lo que digan los líderes y comunicadores sin saber cuánto hay de cierto o de falso. Se necesita mucha intuición, mucha cultura política, económica y social, para captar adónde va el mensaje, cuál es la verdadera intención de lo que se publica en los diversos medios, a veces distorsionada para desorientar al ciudadano y no decir la verdad.

En nuestros países de América Latina, muy amantes de llenar las calles y edificios con leyendas políticas, se observa letreros a cada paso de obras que se atribuyen a los partidos o grupos políticos de mando y eso no es así, pues las obras se realizan con el dinero del Estado, del pueblo, y lo que existe es políticos ocupando momentáneamente una función. También es costumbre la propaganda antes de la realización de las obras, antes de una consulta cuya respuesta es “SI o No”, a veces como “cortina de humo” para adelantar como positivos resultados cuestionables. Otra situación, en los momentos de caos con consecuencias funestas por desastres naturales, hay un despliegue de publicidad de políticos, artistas, deportistas, periodistas, voluntarios y ciudadanos en general, para relievar acciones solidarias, valiosas, dignas de elogio; pero, con excesiva propaganda porque el servicio debe ser silencioso.

Hay una expresión, “por sus obras los conoceréis” y eso es cierto. Hay que dejar que el tiempo, solo en el inmenso porvenir, nos diga cuál es la verdad histórica y cuáles fueron los mejores logros. Un Presidente de un país centroamericano dijo que ordenaba no publicar ningún nombre de autoridad ni el partido político de mando en los carteles, los que deben indicar sólo la obra, su financiamiento y quiénes la están llevando a cabo. La obra terminada y su funcionamiento indicará sus beneficios.

El pueblo debe ser suspicaz y muy analítico para orientar correctamente su voz ciudadana y sus decisiones que son muy importantes en la vida de las comunidades.