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Portoviejo
Ramón Eduardo, el hombre de la suerte

En una ocasión a Ramón Eduardo le llegaron a dejar un motor para su vehículo. Se lo regalaron y sin más, se fueron.

Miércoles 12 Diciembre 2018 | 11:00

Ramón se dedica a la venta de lotería y días después de pasar la sorpresa, se enteró que el generoso que le enviaba el inesperado regalo era un señor al cual la semana anterior le había vendido un guachito que salió premiado con el “gordo” y de alguna manera quiso compartir ese momento de suerte con quien le había vendido el boleto de la felicidad.

Ramón Eduardo ya tiene 40 años y una enfermedad llamada distrofia muscular, una dolencia con la cual nació y que le va debilitando los músculos, al punto que ya no puede caminar. Tampoco tiene fuerza en las manos, por lo que se moviliza en una motoneta adaptada con dos llantas traseras.
Cuenta que en su casa cuatro hermanos tienen la misma dolencia, entonces, sumidos en una grave crisis económica, hace más de seis años empezó en la venta de los boletos que le cambian la vida a las personas. En un pequeña mesa tiene 
lotería, lotto y pozo millonario.
Por su condición física se ubica cerca de su casa de Picoazá, en una esquina del sector conocido como vía al museo. Allí, sobre todo los volqueteros que pasan a cada minuto, le van comprando un boleto. La costumbre de ellos es que quien gana le hace un pequeño regalo al “hombre de la suerte”, quien es muy conocido por la virtud inverosímil que siempre entre sus boletos tiene algunos premiados, por lo que hay personas que llegan desde otros sectores de la ciudad con la misión de comprar. El último obsequio que Ramón recibió fue el de una persona que se ganó la quinta suerte y le regaló unos cuantos dolaritos. dijo.
Carlos Figueroa, conductor de una volqueta, señaló que entre sus compañeros hablan de la suerte del “cojito”, como le dicen ellos, y que espera en algún momento pegarla con un boleto. “Ahí le daremos su regalo” 
dijo.
Inicio. Los habitantes de Picoazá ven en Ramón Eduardo a un luchador, a un hombre ejemplar, pues mencionan que no se deja doblegar por su dolencia, pues si bien no puede caminar, se moviliza por toda la parroquia Picoazá y en ocasiones hasta Portoviejo llevando al Dios de la suerte entre sus manos.
Su mejor ayudante es la vieja pasola que le permite ir de un lugar a otro. Cuenta que un amigo mecánico la desarmó y solo conservó la forma original de la parte delantera, pues de la mitad hacia atrás le realizó adaptaciones. Le sacó el motor y le pusieron varillas de hierro, además de dos llantas en vez de una y que ahora permiten que el liviano vehículo permanezca parado en todo momento, sin embargo, como es un modelo antiguo no le puede colocar un automático y por lo consiguiente les toca empujar la pata para encenderla. esta función generalmente la realiza su padre  Ramón Vera Rivas, un anciano de 72 años.
El papá, quien se dedica a hacer fletes en una carreta, menciona que muchos ya empiezan a visitar a su hijo para comprarle la loteria millonaria o la navideña, que reparte 3 millones de dólares. 
Muchos sueñan con que Ramón Eduardo tenga el número premiado entre los boletos que cada día sale a vender para ayudar a sus hermanos.
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