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Asistencia
Misión de aldeas sos es que niños vuelvan a casa

Una labor de asistencia permanente y especializada es la que cumple la institución desde el año 2001.

Martes 11 Diciembre 2018 | 04:00

Desde hace 17 años, en  Portoviejo existen las Aldeas Infantiles SOS pero, contrariamente a lo que se pudiera imaginar, lo que sus directivos menos quieren es que haya niños de acogida y, si los hay, el objetivo es que su estadía sea lo más breve posible, máximo, de tres meses.

¿La razón? Julio Abad, jefe del Proyecto Portoviejo, lo explica en pocas palabras: “Aquí trabajamos por la estabilidad familiar”. 
Y parte de esa importante misión social la ha asumido a tiempo completo junto a 28 educadoras y un equipo multidisciplinario formado por trabajadoras sociales y sicólogas clínicas. Todos con un rol específico.
Cuántos son.  Actualmente, en las Aldeas hay 70 niños y adolescentes, quienes, en palabras de Abad, tienen un proyecto de vida, es decir, están en permanente formación, siempre con la finalidad de que se reintegren a la familia y a la comunidad, mediante la ejecución de varios proyectos sociales. 
Pero para que estos niños y adolescentes hayan llegado a la casa de acogida -a nivel nacional hay 650 chicos, repartidos en 6 provincias, Pichincha, Guayas, Esmeraldas, Imbabura, Azuay y Manabí- se deben cumplir tres fases.
Las etapas.  En un primer momento se hace un trabajo de prevención en la comunidad; luego se realiza una labor de acompañamiento de la familia, y, finalmente, y en forma temporal, se ejecuta el último paso, que es la acogida.
Esta última etapa se da luego de que un juez de la Niñez y la Adolescencia lo dictamine; nada puede hacerse sin su intervención. 
La edad para poder ser parte de la acogida temporal es de un año a 17. 
Cuando alguien supera esa edad se da otro proceso de reinserción y de acompañamiento especializado. La preparación para esta independencia o autonomía comienza a los 12 años.
El día a día.  La rutina diaria de los chicos es como si estuvieran en casa, al menos eso es lo que se procura de parte de las personas encargadas de cuidarlos todos los días.
“Ha sido muy positivo y muy enriquecedor. Cada niño es un historia”, cuenta Yadira Zambrano, una de las educadoras de Aldeas desde hace dos años.
Testimonio.  A Omar Villavicencio lo llevaron a las Aldeas a los 12 años, tres días antes de que su madre falleciera de cáncer. Ella, que ya tenía la certeza de su ausencia definitiva, logró enviar a su hijo a un sitio del que estaba segura iba a sacar buen provecho.
Y no se equivocó, porque Omar, durante el tiempo que permaneció allí -6 años, del 2003 al 2009- la pasó “muy bien”. 
“Allí llevábamos una vida normal, jugábamos, nos cuidaban e íbamos a clases”, cuenta el joven quien,   a 9 años de haber salido, todavía goza del beneficio de las Aldeas, pues le costean el 50 % de sus estudios universitarios de periodismo a distancia en la UTPL.
Mudanza. Las casas de Aldeas Infantiles donde creció Omar, en la vía a Crucita,  pronto serán un grato recuerdo para muchos, ya que actualmente se están mudando a comunidades y barrios con el afán de que los niños crezcan en un contexto familiar, bajo un cuidado personalizado.

 

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