Actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) propone un concepto de salud sexual integral resaltando la condición biopsicosocial de los sujetos enfocada a la vivencia de su sexualidad en tanto cuidado y placer. Esta lucha por educar en sexualidad propone salir de la genitalización del cuerpo, es decir no solo referirnos a la puesta en práctica de los genitales sino de todo el cuerpo, de las palabras, los gestos y la piel. 

A favor del trabajo para una salud integral, el Estado Ecuatoriano garantiza el derecho a la salud, por ello puso en vigencia desde el año 2017 el Plan Nacional de Salud Sexual y Salud Reproductiva (PNSSSR), el cual promueve la inclusión, la igualdad y el respeto de los derechos humanos en el marco de la Salud Sexual y Reproductiva. Tiene como base el cumplimiento de los objetivos del Desarrollo Sostenible de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que plantea una visión transformadora para los 15 años próximos incluyendo: reducir mortalidad materna, poner fin a tuberculosis, Sida, entre otras enfermedades. Al igual que lograr la igualdad de género, erradicar la violencia y discriminación a mujeres y niñas y sobre todo garantizar el acceso universal a la salud sexual y reproductiva.

Este trabajo multidisciplinario en el que hemos involucrado como representantes sanitarios debe ser compromiso de todos y con nosotros mismo porque es parte de la salud general, pero ¿cómo saber si estamos viviendo una vida sexual sana? Sabemos que estamos transitando por la sanidad sexual cuando, como lo refiere el doctor Rubio Eusebio, tenemos un enfoque positivo de aceptación y respeto ante la sexualidad y las relaciones sexuales, actuamos sin violencia, coerción o discriminación, posibilitando el placer y la seguridad en las relaciones sexuales. 

Recalca también la importancia de vivir en un ambiente donde el acceso a la información y aceptación de la salud sexual está disponible y no donde esta información se restringe. 

Frecuentemente se escuchan comentarios despectivos sobre la educación sexual, porque se piensa que acelera el inicio de las relaciones sexuales, que “se aprende a tener gustos sexuales diferentes” o que se incentiva a relaciones sexuales promiscuas, cuando en realidad rompe con esa estructura cuadrada y absurda que se implanta desde que nacemos, aprendiendo a guardar silencio sobre nuestra sexualidad y viéndola como un peligro. 

La educación permite usar herramientas para vivir de manera sana, en este sentido, estar sanos sexualmente influye en la relación con otras personas, en el desempeño laboral, en la formación de vínculos afectivos, en el propio empoderamiento, en el disfrute erótico de entrega a otras pieles y a nosotros mismos, este planteamiento brinda la apertura a recorrer la sanidad sexual como sujetos empoderados, que no callan y que se permiten dudar de la estructura social.