En realidad dijo “cheverrei”, pero Randy, un estadounidense de 1,80 m. más o menos, fue gracioso en su discurso e hizo reír a la gente; claro está, con traductor de por medio.
Randy habló de los 375 tripulantes que tiene la librería flotante más grande del mundo, de 64 países y presentó una muestra de aquello en un desfile de nacionalidades, pero ninguno de ellos arrancó más aplausos que Cecilia Saona, una de los tres ecuatorianos que son parte de la tripulación.
Cecilia empezó trabajando allí hace diez años, en la librería. Esa que tiene unos cinco mil libros en español e inglés y a la que los mantenses pueden acudir desde ayer hasta este 25 de noviembre.
Allí se enamoró de Peter Huizinga, un holandés, ingeniero náutico que labora en el área operativa.
Cuando se conocieron Peter no hablaba español y el único idioma por el que se entendían era el inglés.
En realidad ese es el lenguaje predominante en la nave, donde hay escoceses alemanes, ingleses, colombianos, mexicanos, entre otros.
Cecilia cuenta que ser parte del Logos Hope es toda una aventura. Los visitantes podrán disfrutar de la literatura mundial, eventos culturales, conferencias, conciertos, obras de teatro y talleres. Es una variedad que, además, cambia en cada uno de los lugares donde el barco hace parada.
Y ahora es la parada más importante de Cecilia. Su familia llegó desde Quito a visitarla y ella se bajará de la nave el 25 de noviembre, pero se subirá en febrero del próximo año en Chile.
Los tripulantes de la nave solo pueden estar 24 meses allí. Luego de eso se bajan e ingresan nuevas personas. Solo unos pocos se quedan.
Desde el 2009. En el 2004, Logos Hope fue adquirido por la empresa OM Ships International, una organización asentada en Alemania, operadora de barcos que promueve desde 1970 el intercambio cultural, servicio comunitario y librerías flotantes.
En el 2009 comenzó su misión desde Koeger, Dinamarca.
Cecilia, por ejemplo, ha recorrido varios países al igual que Verenice Medina, una mexicana que lleva 12 meses navegando. Ella dice que los libros tienen precios económicos que van desde los dos dólares. Pueden hallar textos en ciencias, deportes, cocina, arte, salud, filosofía e infantiles.
Gente como ella no solo se dedica a ser parte de la tripulación. Ellos hacen trabajo comunitario en cada país donde llegan. Ofrecen purificadores de agua y laboran en programas educativos.
En Manta pueden acudir hoy desde las 10h00 hasta las 21h00. Y mañana de 14h00 a 21h00.
El sitio donde se inscriben para abordar los buses que los llevan al barco es la explanada del Malecón Escénico, en la playa El Murciélago.
A partir del martes el abordaje será en el terminal de cruceros, ubicado en la misma playa.
La entrada general cuesta un dólar, pero es gratuita para los menores de 12 años, acompañados de un adulto. También entran gratis los adultos mayores de 65 años.
El barco tiene una gran variedad de literatura cristiana, pues esa es la filosofía de la organización.
Así es que si desea visitar la nave puede acudir con su familia. Podrá encontrarse con Cecilia, antes de que se baje del barco, y con Randy, que le hablará en español o al menos lo intentará.