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Portoviejo
Los niños son la inspiración de Wilson Delgado

El artesano vive en una casa cerca del mercado de San Pablo, pero la suya no es una vivienda que esté a la vista de todos, no.

Sábado 17 Noviembre 2018 | 11:00

Para llegar a ella hay que internarse por un patio adoquinado, en cuyo fondo muñecos a medio confeccionar son un indicio de qué es lo que se hace allí.

Aún no tienen rostro definido, aunque a algunos se los puede identificar porque se trata de personajes conocidos, especialmente por los niños. 
Wilson parece tener un trato con ellos desde que era joven y también después, cuando se dio cuenta de que la vida, para ellos, a veces da más para llorar que para reír.
Delgado, que desde chico descubrió que sus manos tenían habilidad para hacer dibujos de compañeros de la escuela, sean mapas o esqueletos, dice que sus trabajos comenzaron a tomar forma en los años 80.
“Siempre he sido muy observador, por ejemplo, me he dado cuenta de cuando algún niño se acerca a un restaurante y saborea un plato que no está a su alcance, o también cuando un niño betunero se afana por una moneda inalcanzable”, cuenta Delgado.
Debido a esa sensación de “solidaridad artística” con los niños, a inicios de la década de 1990 se decidió a participar en los concursos de años viejos, siempre con temáticas sociales de denuncia. 
Convicciones. Tres veces ha ganado el mencionado concurso y ahora se está preparando con un trabajo cuya inspiración le llegó recientemente, el Día de Difuntos. Según cuenta, otro era el tema, pero “me di cuenta de algo: la gente casi ya no va a los cementerios, los muertos ya no son tan visitados como antes”.
De esa certeza lastimera surgió la iniciativa de participar con los personajes de la película mexicana “Coco”, que toca, justamente, entre sus casos, el hecho de que los muertos necesitan ser recordados por los vivos porque, si no, desaparecen del todo.
Ya tiene listas las guitarras -hechas de cartón-, así como los principales personajes, como “Coco”, su mamá y su tatarabuela, aquella que en la película aparece muy envejecida.
Aunque Wilson explica las cosas con sencillez, el suyo es un trabajo que demanda mucha concentración y paciencia, porque los materiales no siempre obedecen a los dictados de la maestría; hay que saber tratarlos y saber el momento oportuno.
Fruto de esa creación también es un castillo de Disney que ha sufrido tres transformaciones, siempre siguiendo los pedidos de su hija Amelia, de 4 años. 
De igual forma, en su casa hay una reproducción de la célebre pintura de Leonardo da Vinci, La última cena, todos con el signo inconfundible de don Wilson, el maestro de San Pablo.
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