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El diezmo
El diezmo
Por: Jaime Enrique Vélez

Viernes 16 Noviembre 2018 | 04:00

Consultando el DRAE nos dice que el diezmo es el derecho del diez por ciento que se pagaba al rey sobre el valor de las mercaderías que se traficaban y llegaban a los puertos, o entraban y pasaban de un reino a otro. Y también se refería a la parte de los frutos cosechados, regularmente la décima, que pagaban los fieles a la Iglesia.

En referencia a esta última acepción, el evangelista San Lucas relata un pasaje de la vida pública de Jesús diciendo “Mas ay de vosotros fariseos, que pagan el diezmo de la yerba buena, y de la ruda, y de toda suerte de legumbres, y no hacen caso de la justicia y de la caridad o amor de Dios.” Bajo esta tesis colegimos que el cobro del diezmo no es cosa nueva en este mundo y que se lo ha aplicado siempre, sea como un gravamen para el señor feudal o un aporte para la Iglesia católica u otras religiones y sectas existentes. Quien no cumplía estas obligaciones era duramente castigado y sus bienes arrebatados, en el caso del rey, y en lo religioso el omiso era amenazado por los jerarcas que si no cumplía su alma se iría al reino del averno.
En el desarrollo de la vida pública de Ecuador, en la  mayoría de sus instituciones y organismos siempre se impuso el cobro de “comisiones”, variables desde 10 %  hasta el 20 % por los montos por obras concertadas y que los contratistas obligadamente debían pagar, razón por la cual imagino que un gran número de estas obras tuvo poca duración en su vida útil y por ende resultaron inservibles y otras no se concluyeron en el tiempo acordado. De estos casos abundan a lo largo y ancho del país, perjudicando al erario público y a la población que no recibe una óptima obra estatal para su servicio. 
Por estos días el barullo de diezmo se ha enquistado en el seno de la Asamblea Nacional. Graves acusaciones se endilgan a varios asambleístas de exigir valores pecuniarios a sus asesores por sus pagos percibidos -práctica nada nueva en este estamento-. Esta execrable actitud de los hechores de este punible suceso ha levantado en nuestra sociedad una oleada de indignación, porque se da en una de las más altas entidades del Estado. Ante todos estos imparables sucesos que se dan, los ecuatorianos exigimos ante los organismos competentes se sancione con la más férrea sanción a los autores y culpables de estos aborrecibles hechos, que se los castigue sin distingos de banderías políticas o dignidad pública que desempeña, en lo posible que no se les permita participar jamás en una elección popular, para que sirva de ejemplo para cualquier otro funesto personaje que llegue a una curul no a servir, sino a enriquecerse. Basta ya de tanta corrupción en las más altas instituciones estatales. 
Donde no hay justicia, no hay paz. 
 
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