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Sacerdote
La vocación y la fe nacieron con él

Tenía 8 años y la vocación por el sacerdocio era tan fuerte que hasta “oficiaba” misas cuando moría algún animal.

Domingo 11 Noviembre 2018 | 11:00

 En la finca de sus padres, en San Plácido, José Adalberto Jiménez daba muestras de que lo suyo era servir a Dios. Sus estudios en el colegio Cristo Rey, donde estuvo 2 años, confirmaron esa decisión. A los 15 años ingresó al seminario en Ibarra y a los 29 se ordenó como sacerdote capuchino.

Este manabita, de rostro afable y con buen sentido del humor, fue elegido en el 2005 superior de los capuchinos en Ecuador y es, desde octubre del 2017, el obispo de Aguarico para Francisco de Orellana, una provincia en donde su vocación es defender a las culturas milenarias mientras realiza su labor evangelizadora, dice. 
Está en el sector donde en 1987 una tribu aborigen asesinó al sacerdote español Alejandro Labaka y a una monja colombiana, cuando mediaban en el conflicto con una petrolera. Pero eso no le preocupa porque, como cuenta, “hay que hacer conciencia que se tiene que respetar los pueblos aborígenes”.
En esa zona hay unos 20 mil quechuas y en menor número secoyas, shuar, huaoranis, a cuyos asentamientos llega solo por agua, navegando por el río Napo.
Está aprendiendo a hablar quechua para acercarse a los indígenas, lo que es “un motivo de alegría y desafío”, afirma.
Sínodo. Con motivo del primer mes de la muerte de su padre, Jiménez, uno de los tres manabitas que han llegado a ser obispos, estuvo en San Plácido, donde ofició una misa en memoria de su progenitor. 
En Portoviejo, en casa de su hermana Dolores, habla de su trabajo y del Sínodo convocado por el papa Francisco a nivel mundial en octubre de 2019, para tratar sobre el futuro de la Amazonía. 
En el ‘laudato sí’, el Papa habla sobre el futuro de la humanidad   y denuncia la destrucción del planeta por la contaminación con el plástico, la deforestación, la destrucción de la selva, que también supone la de las comunidades que la habitan. Por eso, para  él es de suma importancia ese encuentro de la Iglesia.
Criterio. El Obispo de Francisco de Orellana también se refiere a la homosexualidad como una condición que merece respeto absoluto para estas personas porque “no somos nadie para juzgarlas”.
Y desde su visión de terapista familiar dice que es “un desafío saber cómo atender a las personas y a las familias, especialmente en temas de violencia familiar, alcoholismo, drogas y las consecuencias de la migración”.
Este capuchino, que tiene dos líderes espirituales: el papa Francisco y el Dalai Lama, habla del amor por la familia, del cuidado que los hijos deben darles a sus padres y de fortalecer la fe.
Una labor en la que está concentrado porque, como dice, siempre supo que ese era su camino.
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