Horrendo, salvaje, odio, sectarismo primitivo, prejuicio intolerante: las palabras no me alcanzan para exteriorizar mi asombro e indignación, después de conocer la masacre cometida por un trastornado fanático que hace pocos días ingresó a un templo judío, a una Sinagoga en Pittsburgh, Estados Unidos, asesinando a más de 40 religiosos judíos educados, pacíficos.
¡Tu mundo está enfermo, Señor de los cielos!, clamaba, imploraba, desde su sensibilidad de poeta y maestro, Don Viliulfo Cedeño, durante la Segunda Guerra Mundial y después del Holocausto, horrorizado también por la matanza de seis millones de judíos asesinados por Adolfo Hitler, y que para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, el Pentágono ordenó utilizar la primera bomba atómica, arma de destrucción masiva fabricada por ellos, asesinando a medio millón de japoneses, habitantes de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, actos crueles genocidas acaecidos hace casi medio siglo.
Cuando hemos visitado la ciudad de Miami, visitamos un hemiciclo donde se honra la memoria a los seis millones de judíos masacrados bárbaramente, entre los cuales había ancianos indefensos, mujeres, niñas y niños. En ese sitio sagrado se pueden leer los nombres de los seis millones de seres inocentes caídos sin fórmula de juicio, sin que se les haya respetado el derecho a la legítima defensa como es lo establecido en el derecho de gentes. Previamente fueron saqueados, torturados, deshonrados. Todo esto perpetrado por un loco obnubilado por su odio antisemita y desprecio por la raza judía y su religión. Algunos sobrevivientes vinieron a América en busca de paz y seguridad.
Las masacres cometidas en Estados Unidos por jóvenes estudiantes que ingresan fácilmente armados a los colegios y escuelas y disparan a mansalva contra profesores y alumnos, o el individuo que desde el balcón de un hotel disparó a una multitud en un acto público, las masacres perpetradas recientemente en Londres, el asesinato en Turquía de un periodista que fue encontrado descuartizado, la matanza de palestinos en la Franja de Gaza, solo pueden llenarnos de una profunda consternación, reflexión y miedo. Sin embargo, el Gobierno de Estados Unidos no se decide a prohibir la venta indiscriminada de armas en ese país. Para colmo, el linchamiento de Posorja es también un rezago de salvajismo, nadie puede hacerse justicia por propia mano.
Ante este espectro las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, el Tribunal penal Internacional, el Estatuto de Roma, los códigos penales, las convenciones contra la tortura, todos han demostrado su incapacidad de establecer la paz mundial. El odio, la intolerancia, los intereses públicos o privados han prevalecido.
Una profecía dice que antes del advenimiento de la unidad y la paz mundial, tienen la humanidad y sus líderes que padecer estos hechos horrendos, terrorismo, terremotos, tsunamis, incendios forestales, el tráfico y consumo de droga que está envenenando a nuestra juventud, para que después de este preámbulo tormentoso venga la era de la paz, la unidad y la concordia. Esto sucederá cuando la humanidad madure. Un filósofo alemán dijo que todos estos hechos que estremecen y avergüenzan a la humanidad equivalen a los fuertes dolores de parto que anuncian el advenimiento de esa nueva era.
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