Actualizado hace: 934 días 19 horas 52 minutos
Galo Barcia Flor
Tremenda injusticia

Sábado 10 Noviembre 2018 | 05:00

 El parque Las Vegas, por donde quiera que uno ande, huele a historia, a regocijo, a intimidad del espíritu envuelto en añoranzas, que trepando por la memoria, se vuelven eternos...

Sin ser la prioridad de la ciudad querida, maltratada y destruida, ya está; y, sin aplausos hipócritas, pero sí con alegría, nos asomamos a él para que el recuerdo fluya y se suelte en la armonía de esos bellos momentos, que en esa instancia maravillosa, los manabitas y ecuatorianos vivimos en el júbilo de tiempos preteridos...
Las Vegas, de don Miguel Barcia Bravo, fue el centro nacional de los mayores y mejores espectáculos que recuerde la ciudadanía. Y sin querer caer en lo repetitivo, en lo dicho desde hace tiempo (porque todos lo sabemos, y nadie lo niega), fue este señor, dedicado a la farmacéutica, profesional de la Ingeniería Agronómica; hombre sencillo y amigable, poseedor, me parece de algún recurso económico importante, quien tuvo esta visión fantástica. 
“Yo te lo dije, Miguel Barcia’’, le dice el recordado Juan Piña, en una de las melodías impresionantes de la orquesta fabulosa de los Hermanos Martelo, que es una expresión que desde siempre me viene retumbando. Porque,  a la postre, ¿qué mundo interior y no sabido había de por medio entre don Miguel y el artista? A lo mejor alguna conversación riesgosa de estos avatares de los artistas y empresarios, que uno, a la distancia, simplemente, los ignora...
Pero, la inconformidad generalizada nace, del haber preterido el nombre de Miguel Barcia en este parque, que debió llevar su nombre: o un busto que lo recuerde, aún con más razón, sin dudas de aquellos que merecidamente se han hecho en homenaje a venerables figuras de nuestra colectividad.
Es que el chubasco del pensamiento a veces no da tregua; y cuando se actúa de manera montaraz y desprovista de  la mínima cultura; cuando no se es de aquí, ni de su lodo ni de todas las peripecias que hemos atravesado los portovejenses de cepa, que sí habemos aún, en esta tramazón inconcebible, no se procede de manera vertical, y a la memoria, siempre activa y prodigiosa, se la somete deliberadamente a ejercicios de olvidos provocados que dejan cicatrices insuperables...
Por ello, y con la razón “cartesiana’’ tiene que haber un mínimo rasguño de justicia; el halo que envuelva la verdad de la certeza de lo que vivimos y nadie nos lo ha contado. Tiene que haber, necesariamente, la responsabilidad histórica de actuar con coherencia y no al filo del desconocimiento premeditado o por simple ignorancia… ambos casos, terribles...
 
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