Todos los días hacía lo mismo, muchas veces, debía quedarse más horas de lo normal, esperando la identidad de algún accidentado, ya que así sería el nexo para que su familia lo identificara. 

Una mañana, cuando recién iba a la calle, sus contactos le informaron del arrollamiento de una mujer en la vía Portoviejo-Manta, sector de la ciudadela La Piñonada. 

En ese momento se estaba sirviendo un encebollado, y nada podía hacer en la casa de salud. La persona estaba grave y lo más seguro era que demandara atención por horas, según pensó.

Entre tanto, junto a sus compañeros de trabajo, degustaron el plato de comida.

Trabajo. Llegó el momento de ir al hospital, no sin antes acudir a la escena del accidente de tránsito, ya que a pocos metros el conductor dejó abandonada la camioneta color celeste y balde de madera. 

Los vecinos, curiosos o testigos aportaron con información para aclarar dudas a los agentes de tránsito sobre el percance.

Impacto. La mujer intentó cruzar la calle y el niño que llevaba de la mano se le adelantó, entonces para evitar que un carro lo atropellara, corrió y lo empujó, logrando su objetivo.

Sin embargo, el vehículo le causó graves daños tras golpearla. Una ambulancia llegó al lugar y la trasladó de urgencia al hospital.

Los médicos la recibieron y prodigaron atención inmediata. El reportero, por su parte, desde lejos miraba la escena.

En cierto momento, dijo, su mirada se centró en los ojos de la accidentada y la relacionó con una tía que vivía cerca del nosocomio. La duda lo hizo acudir  a verla, aunque su lógica no permitía relación por la distancia.

Apenas tocó la puerta salió su tío político y entonces preguntó por ella. “Se fue a La Piñonada a recoger unas guabas”, dijo. La respuesta fue desmoralizante.

Emilio entonces le pidió que lo acompañara al hospital para que confirmara la identidad de la señora. Eran cerca de las 12h30 y ya para ese momento los galenos comprobaron la muerte de la mujer. 

Emilio no se ha olvidado del caso.