Assange, fundador de WikiLeaks, lleva más de seis años en la legación diplomática nacional, a donde llegó el 19 de junio del 2012, cuando era requerido por la justicia sueca debido a las acusaciones de dos mujeres por presunta violación.

El asilo causó un conflicto diplomático con Reino Unido, que mantiene vigilancia permanente en la embajada.

Desde entonces, Assange se ha convertido en un huésped incómodo. Ha generado dos impasses con Reino Unido y sus comentarios en las redes sociales tensaron las relaciones con España. También fue criticado cuando comentó que Ecuador es un país “insignificante”.

Hasta ahora los costos que genera para el gobierno su asilo en la oficina consular no han sido aclarados ni revelados.

En una cuestionada decisión que apenas ha sido explicada, le otorgaron la nacionalidad ecuatoriana y hasta se pretendió hacerlo figurar como representante diplomático. Después se hizo público que existió un plan secreto para sacarlo de la embajada y llevarlo a Rusia.

Incluso llegó a confrontar en redes sociales con el presidente Lenín Moreno.

Ahora, es el colmo que sus abogados hayan anunciado la posibilidad de enjuiciar al canciller ecuatoriano José Valencia por haber entregado a la asambleísta Paola Vintimilla información que, según ellos, es reservada, pero que no ha sido clasificada como tal ni por las autoridades ni por las leyes.

Con todo lo que ha pasado, Ecuador debería retirar el asilo político y la ciudadanía a un personaje poco grato.