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Celebración.
La abuelita de 110 años, 108 bisnietos y 48 tataranietos

Los 110 años de “Chabelita” no pasaron desapercibidos en Las Chacras de Riochico, de donde es oriunda.

Sábado 06 Octubre 2018 | 04:00

 María Isabel Cedeño Vélez nació el 1 de octubre de 1908 en Las Chacras Adentro. Sus descendientes, fruto de su matrimonio con Miguel Astolfo Murillo (+), se reunieron el lunes para celebrar a la reina de la familia.

En la casa de su hija María del Carmen Murillo, con quien vive, una gigantografía, elaborada para el festejo, muestra el árbol genealógico de Chabelita y Astolfo, que procrearon 12 hijos que les dieron 54 nietos, 108 bisnietos y 48 tataranietos. 
Las fotos de cada uno de los miembros del clan Murillo Cedeño están impresas en las ramas del árbol. Pero dos ramas están cortadas, son las que tienen las fotos de los hijos que no tuvieron descendencia: María Emperatriz, que fue asesinada para robarle, y Mario.  
“Chabelita” oye un poquito, pero sus vivaces ojos observan todo con curiosidad. Un tierno beso volado, lanzado con sus envejecidas manos, y una sonrisa, acompañan el movimiento de su liviano cuerpo para decir al equipo periodístico que, pese a ser centenaria, le gustan la música y el baile, lo que demostró en su fiesta. Pasito a pasito.
También le gusta el dulce, es de buen comer y no tiene enfermedades graves, salvo aquellas propias de su edad.
Su hija María del Carmen se emociona cuando habla de su mamá, de la mujer que tejía hamacas y sombreros y hacía alforjas hasta la madrugada para ayudar en el sustento del hogar. Don Astolfo se dedicaba a la agricultura y había que trabajar duro para cubrir las necesidades de doce hijos. “No nos faltó nada, mi mamá fue una mujer muy trabajadora, muy sufrida”, cuenta su hija, la duodécima, “el conchito”, de quien no se quiere separar al punto que “le gusta salir a visitar a sus hijos, pero solo sale cuando voy con ella”.
“Chabelita” trabajó hasta los 80 años, cuando sus hijos le exigieron que dejara sus labores para que descansara. Pero igual, “es muy ligera” desgranando fréjol, indica María del Carmen, “y si la dejara se metería a la cocina”.
Ella sonríe, como adivinando lo que su hija cuenta, y mueve su cuerpo, lo que le permiten su edad, porque los años no han disminuido, en nada, su gusto por el baile.
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