El éxito es en las noches, cuando la afluencia de visitantes anima las ventas.

Julio Delgado llegó desde Montecristi con una mesa de dos metros sobre la cual ofrece dulces de toda índole, desde cocadas, yoyitos, orejitas, hasta dulces de leche y guineo.

“Esto aún no despega, esperemos que de aquí a fin de mes haya más ventas”, dijo el comerciante, quien, como la mayoría de ellos, se queda hasta la media noche.

Carlos Villagrán es de Otavalo y ofrece ropa artesanal de fina confección. Para él tampoco las ventas han entrado a su apogeo.

“Hay que esperar un poco, faltan algunos días para la feria, aunque hay crisis”, advierte.

Milton Mantuano, quien vende bisutería y graba nombres en anillos de acero, tiene fe en que las cosas mejoren. “El año pasado fue igual, pero al final mejoró”, dijo el comerciante procedente de Guayaquil, pero con trece años de permanencia en Portoviejo.