Se trata de un problema al que se ha demandado solución durante décadas. Aguas servidas procedentes de domicilios y empresas van a dar a los cursos fluviales y es tan evidente que sería necio negarlo. En muchos casos la descarga es directa debido a las conexiones indebidas del alcantarillado sanitario al de aguas lluvias; pero también se da el caso de que las lagunas de oxidación envían aguas servidas al río Manta y de allí al mar a través de la playa de Tarqui.

Desde el año 1992 se ha venido hablando de soluciones, cuando el entonces presidente Rodrigo Borja inauguró la presa El Gavilán. Sin embargo, todo lo que se ha hecho hasta ahora han sido paliativos.

La falta de planificación y control por parte de los entes responsables, y la búsqueda de soluciones fáciles pero indebidas han pasado la factura a la salubridad de una ciudad de innegable desarrollo urbanístico, convertida en un imán para el turismo y con una buena oferta de servicios, pero que reclama a gritos una reparación a este mal.

La solución no es inmediata, fácil ni económica, habida cuenta que involucra cambios en la infraestructura sanitaria y abarca desde los sistemas industriales hasta los efluentes de las lagunas de oxidación de la ciudad. A pesar de ello es conveniente que tanto las autoridades actuales como los candidatos a alcalde de Manta la incluyan en su agenda para que trabajen en ello.