Lo de “banquero”, que como insulto le endilgan sus contrincantes políticos, ahora sería uno de sus méritos, porque el caos económico que nos legó el siniestro equipo que nos gobernó una década, necesita de alguien exitoso en el manejo honrado y eficiente del dinero, mérito que sin dudas exhibe Lasso, ya que el banco pequeño que dirigió, en el feriado bancario no perjudicó a nadie -como otros- y él ni siquiera fue sospechoso de malos manejos, al no realizarlos; por ello su amplia libertad personal de haber hecho crecer esa institución financiera en base a la sólida confianza ciudadana en ese ente. Por lo anotado, imputarlo de “banquero”, contrariamente, ese sería el mejor título-mérito que él puede mostrar, porque eso es lo que ahora este país necesita para salir del maremágnum de la década perdida, saqueada y endeudada, que Moreno no lo terminará de resolver por lo inmenso que ha sido el daño en todos los sentidos que nos legó el ahora “tuitero del ático” y quienes borreguilmente lo siguieron; muchos de ellos son parte de la frondosa burocracia aún lactante de la ahora enflaquecida estatal ubre, quienes para justificar su presencia nos agobian con la tramitología.

Pese a lo anterior, para Lasso no será camino de rosas ir a Carondelet, porque de también  ser candidato Nebot, dos figuras guayaquileñas en esa empinada vía, como que no contarían con el espacio suficiente para que el electorado nacional que elegiremos al próximo presidente tengamos una clara visión de ellos, surgiendo una lucha cuerpo a cuerpo que en vez de ilustrarnos, mostraría lo viles que son los apetitos humanos cuando están de por medio el poder y la política; ésta, la noble actividad que fue concebida para servir a las sociedades, pero desgraciadamente degradada, quizás por nuestra propia imperfecta naturaleza humana. Así que este es el paisaje actual que del ascenso a Carondelet tiene Guillermo Lasso, lo que de seguro se complicará más con los otros, posiblemente chimbadores, aspirantes que pronto irán surgiendo.