Vivir bajo el paraguas de la mafia deber ser difícil. Por una sola cosa: es vivir sujeto a normas de extorsión. Veamos. Algunos afirman que el origen de la mafia, como concepto de delincuencia organizada, está en el siglo 15. Se perfecciona y comienza a brillar con luz propia, a decir de otros, en el siglo 19 y asociado a Italia.
La historia, la de más fácil acceso, dice que “la Mafia y la nueva nación de Italia nacieron juntas. Ello se debe a que las primeras noticias sobre su existencia comenzaron a salir de la isla de Sicilia, coincidiendo con su conquista en 1860 por parte de Giuseppe Garibaldi y sus mil camisas rojas, que consiguieron derrotar a un ejército borbónico notablemente superior en número, incorporando así la isla al naciente reino de Italia.” .... “El resultado indirecto de la campaña garibaldina fue el establecimiento de la Mafia siciliana como una estructura bien organizada, cuyas relaciones de favores mutuos, intimidación y subordinación se extendían por todos los ámbitos, desde las iglesias y los ayuntamientos de los pueblos más humildes a los palacios de la aristocracia: un escenario perfecto para conspirar e influir”.
El concepto de mafia se trasladó a muchos países aunque a veces dudo realmente que haya ocurrido porque la delincuencia y los delincuentes han existido desde que el mundo es mundo. Lo que pudo haber pasado es que la idea de delincuencia organizada, que es el núcleo del concepto de mafia, sea lo que llegó a America. Pero cualquier cosa que haya sido, lo cierto es que con el correr de los años las formas evolucionaron, pero su esencia no: “En su origen, la mafia, era una confederación dedicada a la protección y el ejercicio autónomo de la ley (justicia vigilante) y, más adelante, al crimen organizado. Sus miembros se denominaban a sí mismos «mafiosos», es decir, ‘hombres de honor’. Los miembros de los distintos clanes mafiosos emplean una serie de «códigos de honor», inviolables, de los cuales el más conocido es la omertà o ley del silencio”. Esto es lo que parece haber ocurrido en la Argentina hace muy poco: con otro estilo y con otra forma: mafiosos en el poder imponiendo sus reglas a todo aquel que queria contratar con el Estado.
Y como la mafia en sus inicios, el dinero de la corrupción lo llevaban en bolsos para guardarlos en bóvedas caseras, en unos casos, o para ser entregados en el Palacio de Gobierno o en la casa del presidente. “Jamás en mi vida de periodista he visto algo parecido”, decía Andrés Oppenheimer. Que esto haya sucedido en pleno siglo 21 en un país de gente talentosa, destacado en muchas áreas, parece realmente increíble. No dejemos que ocurra aquí.
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