El remezón dado por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social Transitorio (CPCCS-T) al Consejo de la Judicatura, al remover a los principales de esta entidad y encargarle a una comisión provisional el escogimiento de los nuevos cuadros judiciales en todo el país, ha generado una gran expectación sobre el logro de su objetivo.

En la década del correismo se impuso la voluntad soberana de quienes ejercían el poder, con la justicia subordinada al líder máximo, quien había vociferado haber metido la mano en ella porque era su derecho, como jefe del Estado.

Aquella imagen está tratando de ser revertida por el presente Ejecutivo nacional, cuyas acciones son observadas con recato, porque no solamente que una gran mayoría de sus colaboradores formó parte de la anterior administración - incluido el actual presidente Lenín Moreno -, sino que muchos de ellos aún siguen en funciones destacadas.

Y se trata de una titánica misión, puesto que los males enraizados son como las malas hierbas, difíciles de arrancar. Se trata no solamente de una acción de fuerza mecánica, sino de labores culturales que se deben practicar desde la siembra, en este caso con el abono de cultura, moral, conciencia, conocimiento, capacidad y experiencia profesional. 

Y, principalmente, honradez y honestidad.