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Rito
Indígenas aún zapatean

Miles de indígenas se reúnen en grupos para bailar por las calles de Cotacachi, provincia de Imbabura.

Viernes 13 Julio 2018 | 04:00

 Cuando el sol cae sobre la línea ecuatorial de forma perpendicular, celebran las cosechas y la valentía de sus hombres.

Las comunidades bailan por varios días, en grupos, con un incesante y contagioso zapateo que a veces intimida, pues es fuerte y rítmico. 
Los hombres se protegen con grandes sombreros de cartón reforzado, con el que se escudan de eventuales golpes con los látigos que usan algunos para demostrar su bravura. 
“Yura palomo, warmi racito, soy del cerro Cotacachi”, cantan los danzantes que zapatean con vigor el suelo para despertar a la Pachamama (Madre Tierra, en quichua) y agradecerle por las buenas cosechas.
“Ahora sí, aquí estoy, soy blanco, soy palomo, soy del cerro, soy de aquí, soy de allá, soy de la quebrada, soy de las nieves, soy de las montañas”, cantan los bailarines al son de un sanjuanito, una armónica melodía interpretada con tambor, pingullo, armónicas y rondadores.
Y es que en la cosmovisión andina esta es la época del Inti Raymi o la Fiesta del Sol, una celebración inca que también evoca la masculinidad y la valentía del hombre, según refirió Carmen Haro, profesora e historiadora de Cotacachi.
 
Fiestas. El Inti Raymi “en realidad es una fiesta inca” que se extendió por todo su territorio, desde Chile hasta Colombia, y que se instituyó para afianzar este imperio suramericano precolonial, añadió Haro con base en los relatos del cronista de Indias Juan de Betanzos.
Ese festejo, ya bajo la conquista española, se tradujo en una fiesta por la llegada de la cosecha en las grandes haciendas que exigían, por ley, a las comunidades el pago de tributos, lo que generó una rivalidad entre los grupos indígenas.
Por ello, en Cotacachi la fiesta de San Juan puede terminar en pelea, como rezago de la rivalidad heredada de la época colonial, comentó Haro. 
Pero la Fiesta del Sol en los Andes también evidencia la cosmovisión entre la tierra y el indígena, conocedor del “Jatun Puncha”, el Gran Día para los valientes, explicó la especialista.
Es una época “para que se presenten los jóvenes, aquellos que tienen que seguir el camino”, y por eso esta fiesta se desarrolla en “el tiempo de la virilidad, de la masculinidad, de la fuerza, cuando hay un enfrentamiento ante lo impredecible”, remarcó.
Con la danza y el ritual los jóvenes indígenas tratan de “demostrar ante los suyos y ante los demás que aquí están, que son valientes”, abunda Haro, aunque lamenta que también por el licor a veces se produce una “confrontación intraétnica”.
Pese a los roces, “luego todos vuelven a ser hermanos” y la costumbre de la pelea parece estar quedando atrás, también porque las autoridades llevan a cabo campañas para impedir que los grupos contrarios se enfrenten. 
Lo que se busca es que permanezca la tradición y se elimine el peligro de la violencia, ajena a las comunidades andinas que, no obstante, son vigorosas y valientes, añadió Haro.
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