Actualizado hace: 930 días 6 minutos
Un patrimonio escondido

Vestigios de una antigua construcción ubicada en la selva, en la parroquia Chugchilán, dan cuenta de presencia ancestral.

Viernes 22 Junio 2018 | 06:00

 Y es que en medio de la nada se levanta “Malqui Machay”, lo que se creería que fue la última morada del cuerpo del inca Atahualpa,  quien estuvo en ese sector de Cotopaxi con su más ferviente servidor, Rumiñahui.

Tras una visita al sitio, el arqueólogo Antonio Fresco destacó que, por su arquitectura inca, posiblemente se trató de un lugar de carácter ceremonial, como una especie de templo. Resalta por su forma trapezoidal de la plaza, las delimitaciones de corredores empedrados con medidas homogéneas, puertas anchas con umbral alto, muros de contención, acequias con fondos de paredes y piedras aún en uso.
 
Patrimonio. En 1908, la familia Moncayo hizo la compra del terreno, pero nunca se imaginaron que estaban sobre un patrimonio cultural con una amplia y atractiva historia. Así lo mencionó a diario La Hora Francisco Moncayo, nieto del primer propietario.
La historiadora Tamara Estupiñán visitó el lugar y  aseguró que, efectivamente, el sitio tiene indicios de haber sido las ruinas de los incas. Y allí descubrió que estaba parada sobre 350 años de historia.
Durante la expedición, y tras múltiples preguntas de Moncayo, encontraron un pucuyo, que es el rincón donde la momia descansa. Tiene un espacio de unos 7 metros por 6. En el centro hay un cuadro donde estaría el cuerpo del Rey inca.
Además encontraron la representación de la cabeza de la serpiente. En esta es posible apreciar desde la parte baja que el camino es muy curveado.
Otro indicio arqueológico es el “baño del inca”, con una pequeña cascada que brota de las vertientes de las montañas. 
 
Estudios. “Nos visitaron los representantes de Machu Picchu y nos dijeron que Machay cumpliría la misma función, pero en forma más pequeña; en el caso de Perú, construido en honor a Pachacutik; y Machay adaptado para adorar a su último rey”, expresó Moncayo. Sin embargo, la edificación, que está llena de simbolismos, no se habría terminado de construir. En el sitio existen piedras que están cortadas, pero no pulidas, es decir que este no tendría la categoría de fortaleza ni de templo, indican los investigadores.  
 
Cambia la historia. Cuando la antigua generación de Francisco Moncayo llegó a Machay, instaló una fábrica de trapiches y su abuelo utilizó las piedras que estaban talladas. Es decir, cambiaron parte de la escena del sitio por la necesidad del asentamiento, sin saber que existía una cultura patrimonial.
Después del descubrimiento de las ruinas se llevaron a cabo una decena de expediciones con arqueólogos, antropólogos, historiadores, geógrafos, estudiosos del pasado ecuatoriano e inca, autoridades políticas, medios de comunicación internacional-local y la comunidad. Ellos pudieron constatar que ‘Malqui Machay’ no era una construcción circunstancial ni tampoco un cúmulo de piedras apiladas.
En la actualidad se realizan los estudios necesarios para instaurar en Machay cuatro fiestas culturales al año. Tiene que ver con las dos conmemoraciones del solsticio y dos de los equinoccios. Francisco Moncayo está buscando cómo hacer este tipo de programaciones en el Machay en tiempo real, para que se reviva la gráfica de estas celebraciones ancestrales.
“Queremos determinar exactamente las fechas que corresponden para poder hacerlo. Es una meta que nos hemos propuesto para este año”, refirió. 
 
Llegada. Desde el cantón La Maná (Cotopaxi) hay alrededor de 38 km para llegar a Machay en caminos de segundo orden. 
El curso apresurado y torrentoso del río Quindigua acompaña a los viajeros, quienes cruzan lentamente por los puentes resbalosos, construidos con troncos tumbados y amarrados con sogas verdosas y empapadas.
Desde el Quilotoa son dos horas, y desde el cantón Sigchos unos 30 minutos para llegar al sitio arqueológico.
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