Para entender el primero debemos imaginar un país con una capital (centro) desde la cual emanan decisiones que definen presupuestos, estrategias y proyectos para el resto (periferia). Desde el centro, la realidad de la periferia se ve de cierta manera; y eso es comprensible porque existe una distancia (a veces considerable) que influye en cómo el centro entiende la realidad de la periferia. 

Ese entendimiento se traduce en una serie de decisiones que pasan por encima de las decisiones de la periferia (argumentos locales) y atraviesan todo aquello que se les ponga enfrente, con la fuerza y la indiferencia de una locomotora que debe seguir su camino de manera inexorable, dejando pocas posibilidades de reacción.

Para entender el segundo fenómeno hay que conocer el “centro”, darse cuenta de que muchas decisiones de “efecto locomotora” se generan por la percepción que se tiene de que en la periferia rige la ley de la viveza criolla, que generalmente existen altas posibilidades de que los recursos asignados se desperdicien porque no hay suficiente capacidad administrativa ni suficiente talento humano preparado como el que existe en el “centro”. Entonces surge la noción de que la periferia es tierra fértil para la irresponsabilidad y la permisividad negativa. 

Ambos fenómenos son perjudiciales para el desarrollo armónico de una nación y ambos nacen por una idea distorsionada de la realidad, por un prejuicio cognitivo muy usual en el ser humano, pero que en nuestras sociedades subdesarrolladas impacta con más fuerza por la falta de valores y de educación. 

Si pudiésemos transformar esos dos fenómenos, que son actualmente amenazas, en oportunidades de coordinación y desarrollo de proyectos de inversión social, definitivamente el financiamiento, sobre todo la ejecución y los resultados de las políticas públicas serían más efectivos y más fáciles de sobrellevar. 

Se requiere más pensamiento crítico pero también más creatividad. Y esto solo puede generarse con las ganas y la pasión por el conocimiento y el servicio incondicional que deberían ser los grandes ejes de formación de los líderes y autoridades del presente y del futuro; para que el efecto locomotora ya no se relacione con “pasar por encima” sino con “conectar territorios”, y la viveza criolla no sea vista como “incapacidad” sino como “iniciativa”.