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Portoviejo
Diagnóstico final:ganas de vivir...

Una mañana de la que guarda fiel memoria, Gabriel Guanga Vásquez, de 3 años, se pegó en la cabeza y le salió sangre.

Jueves 21 Junio 2018 | 11:00

 Nadie pudo presagiar que ese “chibolito” sería el inicio de un itinerario que, en vez de debilitarlos, los fortalecería sobremanera.

“Mi mamá salió llorando a coger turno”, recuerda el niño, para explicar que Gabriela Vásquez, a partir de ese momento, debía asumir su terrible realidad con la premura de quien puede creer que el mundo se termina, más aún con un diagnóstico devastador: un pequeño tumor canceroso al cual había que cortarle viada a como diera lugar.
Casi 50 sesiones de quimioterapia, reducidas ahora a una cada tres semanas, confirmaron que el tumor se había equivocado de cuerpo y de familia, porque Gabriela y Gabriel le han dado fiera resistencia hasta casi derrotarlo.
“Mi hijo es un guerrero, un luchador que siempre ha creído en Dios y ha demostrado fortaleza”, contó Gabriela en los patios del Comando de Policía de Portoviejo, a poco de que su hijo asuma, por un día, la comandancia de Policía.
Sin temor a nada. Gabriel lo sabe y por eso ha ido impecablemente vestido; lo único que le falta a su uniforme es su arma de dotación, que resulta del todo innecesaria porque lo primero que dice, tras asumir su cargo,  es “¡Yo no le tengo miedo a nada!”.
Esa actitud serena y decidida, que su madre se la atribuye a una fe en Dios a prueba de todo, también queda de manifiesto ante la hora solemne que le toca vivir junto a los máximos jefes policiales de Manabí, general Freddy Ramos y coronel Geovanny Ponce.
Ambos, delante de la tropa de oficiales y policías, se encargan de rendirle los honores correspondientes a su investidura. Tanto Ramos como Ponce resaltan su historia de valentía y le auguran muchos éxitos.
Gabriel, que en todo momento conservará la mano en alto sobre la frente, como corresponde a un oficial de su rango, de rato en rato rompe el protocolo para preguntar “¿y el helicóptero dónde está?”. Tantas son las ganas de volar, de sentir que su anhelo de siempre es una realidad.
Tras finalizar la ceremonia, en la cual recibió el acuerdo y la resolución que los nombraba comandante, Gabriel dejó la mesa que ocupaba junto al alto mando, y pasó revista a la tropa  bajo sus órdenes. 
Desde las gradas, sus compañeros de 2do. de Básica de la escuela Vicente Amador Flor, lo aplaudían.
Nada se interpuso entre la felicidad de madre e hijo,                      que fueron embarcados, entre abrazos y fotos, rumbo a la pista del aeropolicial, donde los esperaba el helicóptero encargado de llevarlo, a él y sus sueños, casi tan cerca del cielo.
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