Desde mayo hasta julio de cada año, los habitantes de este sector, en la vía que conduce desde San Clemente a Bahía de Caráquez, aprovechan para comercializar este producto, considerado nativo de la zona.  

Este año hay pocos letreros, la producción fue buena, aunque hay moradores que indican que la cosecha salió “con las justas”, por eso la fruta no fue tan grande como el año pasado, cuando algunas alcanzaron el tamaño de una toronja. 

Para exhibirlas las ponen en grupos de cinco, en pequeños platos que venden en un dólar.

Un vehículo se estaciona, sus ocupantes piden dos platos, el cliente las observa, no se convence con su tamaño y decide comprar uno más.  

Es que es difícil pasar por Las Coronas y no llevar este producto.

“Cuando el día está bueno se venden entre 20 y 30 platitos”, expresa Leidy Mero. Aunque también hay días en que no se vende.Los comerciantes explican

que este producto debe salir lo más pronto posible, debido a que es muy delicado y se puede “aporrear fácilmente”. Por esa razón, para su recolección se usan escaleras y canastas, con el fin de no maltratarlas.

 Producción. “Si el invierno es malo la chirimoya se seca”, agrega Galo Cedeño, quien enfatiza en las pocas lluvias que se dieron cerca de esta comunidad. 

Considera que la fruta se adapta a zonas secas, pero aun así necesita suficiente agua durante el invierno para que su producción sea abundante.