Actualizado hace: 936 días 2 horas 39 minutos
Un encuentro íntimo con la selva

Wilson Warusha conoce a la perfección la selva amazónica, que parece un manto verde desde lo alto de la montaña.

Lunes 18 Junio 2018 | 06:00

De pequeño, su padre Carlos lo llevaba a caminar por el bosque húmedo, a mirar los gigantes árboles, a disfrutar de la naturaleza y a aprender los secretos de las plantas medicinales, la pesca y la caza usando trampas rudimentarias y caseras, como lo hacían sus ancestros.

Con esa alegría y sensación de cuando era niño, este joven guía de la comunidad Iwia, en la parroquia El Triunfo del cantón Pastaza, transmite esos saberes ancestrales a los turistas franceses, estadounidenses, alemanes y ecuatorianos que arriban atraídos por explorar la ruta.
Este poblado está en la vía que conduce a la parroquia Madre Tierra, en la provincia de Pastaza. Desde ahí se avanza a Puerto Santa Ana, hasta llegar a Puyopungo, donde se cruza un puente atirantado y se desvía a la derecha, donde está la comunidad Jatari.
En este emprendimiento ofrecen caminatas por la selva, recorridos en canoa por el río, chicha de yuca o chonta, el maito de carachama o tilapia, y también se puede compartir con las familias de la comunidad las tareas agrícolas, elaborar artesanías y la danza tradicional kichwa.
Al frente está Warusha, un experto en la selva. Realiza el mismo recorrido durante 30 años y desde hace cinco, con ayuda de su progenitor y otros siete hermanos, pusieron en marcha el proyecto de ecoturismo comunitario que involucra a 72 personas de la comunidad. Ellos protegen 80 hectáreas de selva virgen de la tala, la caza y la pesca furtivas.
 
La ruta. Mientras se sumergen en el bosque, los franceses Valerbin Vermet, Marian Prineau y Viviana Oliva descubren un paisaje multicolor rodeado de ríos, árboles gigantes y lagunas, de los cuales quedan fascinados.
A buen paso, la caminata dura dos horas. La recompensa al esfuerzo para los viajeros, que llegaron de Quito, es mirar la Laguna de los Lagartos, como lo llaman los kichwas del sector. Este atractivo está escondido en medio de la selva y es alimentado por los pequeños riachuelos que más abajo se unen al río Tashupi. “Es maravilloso este paisaje”, comenta alegre Vermet.
Desde la montaña, cubierta de árboles gigantes, se aprecia una extensa alfombra entre verde claro y oscuro. Tras disparar unas fotografías y disfrutar del paisaje, se inicia el descenso por un estrecho sendero cubierto de hojarasca.
El cántico de las aves acompaña el recorrido. En el trayecto, Warusha se detiene para explicar sobre las plantas medicinales. Con el machete hace un corte en un árbol, del cual brota un líquido café oscuro. “Es la sangre de drago, que es buena para curar enfermedades como las inflamaciones y las heridas”, explica el guía.
Los comuneros construyeron los senderos, tres cabañas tradicionales kichwas edificadas con materiales como la madera de chuncho y el techo tejido de toquilla y el bambú, donde reciben a los turistas.
Prineau prefiere descansar en la hamaca y sus dos compañeros disfrutar del maito (pescado envuelto en hojas de bijao) asado al carbón que le brindaron los comuneros.
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