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Mozart y la cultura andina

P robablemente Mozart nunca imaginó que su última ópera, “La Flauta Mágica”, tenía un argumento que encajara con la cosmovisión andina.

Domingo 17 Junio 2018 | 06:00

En ella el dios Sol y la Luna, reina de la noche, son figuras centrales.

La emblemática obra ha sido adaptada musical y artísticamente a la cultura andina por la Fundación Teatro Nacional Sucre de Quito, que la estrena renombrada como “La Flauta Mágica de los Andes”, señala la agencia Efe.
Así, ponchos, chumbis (faja andina), sombreros, collares de cuentas rojos y una quena en sustitución de la flauta mágica, toman el escenario con el trasfondo de un templo de la cultura preincaica.
Este debut mundial sigue el libreto del amigo de Mozart y también masón Emanuel Schikaneder, traducido del alemán al español, salpicado por numerosas expresiones en quechua, y la adaptación musical del compositor y arreglista ecuatoriano Segundo Cóndor hace diez años, pieza que nunca vio ejecutada en vida.
“Es la primera vez que se pone en práctica la adaptación”, refiere a Efe la directora escénica de la Fundación, Chía Patiño, en buena medida responsable de llevar a escena la versión operística.
 
Quién es Chía Patiño.  Es una ecuatoriana, compositora de formación y una de las primeras pupilas en Washington de Plácido Domingo. Se dedicó a la dirección escénica y regresó hace ocho años a su país, donde asegura haber “redescubierto” sus raíces.
Para sacar adelante este ambicioso proyecto, que ya ha despertado interés internacional, viajó durante dos años a zonas andinas para familiarizarse con sus costumbres, vestimentas, lenguaje y música.
“Hicimos un viaje para investigar el mundo andino a Saraguro (pueblo indígena de la Sierra ecuatoriana) y decidimos que comprometerse con su lenguaje implicaba que la pieza sonara más andina sin alterar nada de Mozart”, explica Patiño.
En cambio, con relación a los valores que la ópera transmite, la directora subraya que la nueva interpretación fluyó de forma natural al encontrarse en la cultura andina muchos elementos simbólicos y universales que precisamente caracterizan la obra.
“La adaptación de los valores de la parte masónica a la andina es absolutamente natural, no hemos forzado nada para que calce, en el mundo andino ya hay panteísmo”, afirma, y pone como ejemplo que el dios sol, “Inti” en la mitología andina, pervive hoy en día, así como la reina de la noche, los hombres pájaro o las serpientes.
El viaje que hace Tamino (tenor principal) hacia la luz, es el de los chamanes al “ukuchapa” o mundo de abajo en quechua, subraya.
Junto a los 59 cantantes, la ópera incluye unos personajes inesperados: 90 marionetas y títeres confeccionados por la española Alejandra Prieto, especialista en la técnica japonesa del bunraku.
“Los títeres ayudan a plasmar esta cosmovisión andina porque están basados en la cerámica preinca”, indicó a Efe.
En escena se aprecian animales mágicos como dos serpientes de seis y tres metros confeccionadas en Ecuador con materiales traídos de España, tucanes y colibríes convertidos en animales fantásticos.
El vestuario bebe de técnicas de confección empleadas por los indígenas, así como prendas y sombreros, cenefas y pasamanerías.
“Quiero que el público tome conciencia de todo aquello que tenemos en Ecuador, de la parte andina e indígena que nos puede enseñar muchísimo”, afirma la directora.
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