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Manabí
Ojo de agua, el pueblo de los Moreira

Los horcones de su casa le traen a Mariana Moreira los recuerdos de un deslave ocurrido en 1998.

Sábado 16 Junio 2018 | 20:56

El lodo bajó de forma brutal, arrasando con casas y sepultando a ocho personas, como queriendo desaparecer al pueblo.  

Ojo de Agua era en ese entonces un recinto sin fama, alejado del mundo. Un sitio escondido en un rincón de  la campiña manabita, que perdió su intimidad por ese deslave que lo puso en todos los canales de televisión y periódicos.
La casa de la madre de Mariana fue arrasada por ese deslave. 
Pero luego, con una necedad suicida, ella y sus hermanos se metieron en el lodo y rescataron restos de madera para levantar la vivienda en otro terreno.
Querían alejarse de la desgracia, porque algunos  de sus familiares murieron en ese lugar. 
Es que en Ojo de Agua todos son Moreira, sino es en el primero, es el segundo apellido. 
En el pueblo pocos saben quién fue el primer Moreira que llegó, pero Mariana apuesta a que fue su bisabuelo o quizás su tatarabuelo, del cual no recuerda el nombre por la mala memoria que le oculta el pasado.    
Actualmente Ojo de Agua es un poblado formado por casas de madera y caña guadua, algunas con más de 100 años de antigüedad, según los moradores. 
El pueblo, donde viven unas 30 familias,  está unido al sitio Pachinche de la parroquia Colón por una vía rural, la única que existe y que por tramos parece más el lecho de un río que una carretera.
Allí el tiempo está en pausa. 
Sus habitantes dicen vivir felices alejados del bullicio y los males de la modernidad. Apenas tienen señal celular y los vecinos prefieren comunicarse antes con un grito  que con un aparato. 
El tiempo. En el pueblo la gente toma como referencia el deslave para marcar un antes y un después en los tiempos. 
Pedro Moreira dice que nació allí y construyó su casa antes del deslave, hace unos 30 años más o menos.  
La hizo cuando se comprometió con Ilda Flor Cantos, habitante de otro pueblo, de una tablada ubicada a unos cuatro cerros de distancia.  “Hasta allá tuve que ir para encontrarla y traerla conmigo”, expresa. 
Levantó una casa en horcones altos, con una sala amplia y un espacio abierto por donde entra el “fresco” y llega  a los cuartos. 
Allí criaron siete hijos que ahora viven más “allacito, pasando la casa de dos Moreiras más”.  
Pedro dice que en la zona todos se conocen y los que no, es porque no son Moreira.
Él es un hombre de campo, con un conato de panza, de manos grandes y callosas marcadas por la agricultura.  
Tiene  70 años  y dice que a esta edad se ha dado cuenta de que ha quedado para criar pollos y nietos. 
Pedro se halla en descanso obligado, jubilado por una fractura en el brazo y la ceguera de un ojo. 
Él dice que en Ojo de Agua el apellido Moreira se combina con muchos otros: Macías, Zambrano o García.
“Le diría más nombres, pero no recuerdo bien. La mala memoria es común en los Moreira”, expresó este personaje manabita. 
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