Encontrándose con que la mesa no estaba servida, la situación con su promotor político, el expresidente Rafael Correa, empezó a asfixiarse y su color se tornó de rosa a morado. Emergieron las espinas que los alejaron y dejó de ser el socialismo del siglo XXI la piedra angular para convertirse en la de la discordia.

Aquello ha pesado en las aspiraciones ciudadanas de recibir las nuevas oportunidades para recuperar su desarrollo, truncadas luego de haberse conocido de la descomunal deuda pública heredada de la década “ganada”, que sube a los cincuenta mil millones de dólares.

En tales circunstancias, la regeneración económica prima en el programa de reconversión nacional, cuya base debe concretarse en la conciliación general, para que los intentos de progreso, al provenir de todos o de la mayoría de los segmentos sociales, no sean saboteados fácilmente por políticos inconformes.

Es una buena señal la de abrir el abanico del gabinete presidencial a la colaboración de opciones fuera de los círculos del partido en el poder. Es indicador de nuevas oportunidades para cambiar y coincide con aquello de la conformación de un socialismo inclusivo, expresado por el presidente Moreno.