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Historia
Segunda, una mujer solitaria que fue regalada en su infancia

Cuando tenía cinco años fue regalada. Vive sola y escuchando pasillos.

Miércoles 25 Abril 2018 | 14:00

A  Segunda Farías la acompaña la soledad. Ella tiene 83 años y seis hijos, pero solo una la visita los domingos.

Segunda no tiene ingresos porque el Bono de Desarrollo Humano se lo quitaron después del terremoto del 2016.  Un día fue a cobrarlo y no constaba en el sistema. No reclamó.
Ella se gana un plato de comida o algunas monedas de sus vecinos cuando ayuda a sacar la basura del callejón donde vive a la vía principal, por donde pasa el carro recolector.
De vez en cuando lava ropa ajena, pero solo le reconocen un dólar por cada docena, asegura.
La anciana vive en un callejón del barrio Simón Bolívar. Allí tiene su casa de caña. Su única compañía es una linterna radio donde puede escuchar en las mañanas las noticias y en las tardes pasillos. 
Ella llegó desde Bahía de Caráquez a Manta hace más de 50 años. Vino con sus cinco pequeños hijos de su primer esposo, al que abandonó, dice, por la mala vida que tenía.
La regalaron. Segunda ha tenido muchos golpes en la vida. Todo empezó en la niñez. No puede contener sus lágrimas cuando recuerda que su madre la regaló porque dijo que era muy pobre y no podía criarla. 
“Mi madre me regaló a las personas equivocadas. Nunca fui feliz en ese hogar. La pareja que me recibió estaba llena de maldad”, dice. 
Y agrega: “Cómo ve usted que a una niña de cinco años la metan a una tanque de agua y con la ropa mojada la hagan dormir en un rincón. Yo tenía que abrigarme debajo de una escalera con algún trapo sucio o cartón que encontrara”.
La niña soportó muchos castigos y días enteros de hambre durante cinco años. Se escapó de la casa de su padres adoptivos cuando tenía 10, y se refugió en el hogar de unos tíos que vivían en la zona rural del cantón Sucre.
Su vida no cambió mucho, porque le tocaba hacer labores de campo, pero al menos no era maltratada.
En su juventud se enamoró del que fue su primer esposo y creyó que el destino le iba a sonreír.
“Mi vida a su lado también fue horrible. Todavía tengo la huella de un golpe en la cabeza. De él también me escapé por la mala vida que me daba, y me vine con mis hijos a Manta”, dice.
En la ciudad la consigna era trabajar, porque tenía que luchar por sus hijos. “Ellos saben cómo me sacrificaba por darles su comida y estudio hasta cuando eran jóvenes; sin embargo, se volvieron ingratos”, asegura. 
Luego conoció a una nueva pareja, con quien tuvo su sexto hijo (Mauro Enrique Quijije Farías). Pero su esposo murió y se quedo sola con Mauro, quien fue su compañero hasta cuando tuvo 20 años. “No recuerdo muy bien su edad, es que han pasado tantos años que no tengo noticias de él. Dicen que está en la ciudad de Baños”, señala. 
Segunda dice que su hijo Eduardo le hizo la casa que ahora habita. “Sueño con que algún día me sorprenda con su llegada”, acota.
 Apoyo. El terremoto del  2016 le tocó afrontarlo sola. Luego de unas semanas se fue a Bahía, donde unos familiares. Regresó el año pasado a Manta y sigue sola.
“Aquí solo una hija me visita cuando puede; me trae compras y algo de dinero. El resto de mis hijos olvidaron todo el sufrimiento que viví para no dejarlos desamparados“, señala. 
Segunda ahora se refugia en sus vecinos y en la mano amiga de Sandra Loaiza, una integrante del grupo “Voluntarios por amor” que la visita.
La deuda. Sandra junto con otras compañeras de  la organización la están ayudando a solucionar una deuda de más de 2.500 dólares que arrastra desde el 2001 por consumo de agua, razón por la que le han cortado el servicio. Una vecina le provee del líquido. 
Sandra está haciendo el trámite para que esa deuda se la condonen y que pague solo el 50 %, como cliente de la tercera edad.
Este grupo de voluntarias pide al Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y el programa “Casa para todos” que le construyan una nueva vivienda en su propio terreno, ya que Segunda, por su edad, merece vivir en un lugar digno y confortable. Ella para hacer sus necesidades biológicas y bañarse tiene que bajar al patio y usar la letrina que tiene como baño y servicio higiénico, señalan.
También piden al Patronato Municipal de Manta que la integre al programa de adultos mayores para que la soledad no la enferme. 
Segunda, a pesar de todo su sufrimiento y de trabajar toda una vida, solo padece problemas de hipertensión, para cuyo control una amiga enfermera de un centro de salud cercano a su barrio le provee de medicinas. Por las tardes escucha pasillos, tristes pasillos.
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