Para este adulto mayor desayunar en las mañanas con la información que trae la prensa manabita es una costumbre.
“Panchito” es de la vieja guardia, trabajó al machete y se dedicó muchos años a la agricultura. Nació en El Mamey de Jipijapa, pero hace 70 años vive en Paján, tiene una propiedad en el recinto La Trinidad, donde en sus años “mozos” se dedicaba al comercio ambulante a lomo de caballo.
Recordó que vendía aguardiente de contrabando, el cual transportaba en “perras”, nombre que se le daba en esos tiempos al recipiente en que transportaba esta bebida alcohólica y que era elaborado a base de sacos de harina y el tradicional caucho.
JUVENTUD. Aunque fue un hombre que por sus necesidades de trabajar no pudo pasar del segundo grado de la escuela, aprendió a leer y a escribir sin necesidad de ir a un centro educativo.
Comentó que a sus hijos sí les inculcó el estudio, hoy sus 15 hijos son doctores, profesores, economistas y sus nietos, (42 nietos) siguen ese ejemplo. Con orgullo dijo que también tiene 44 bisnietos y cinco tataranietos.
“Panchito” es viudo, su esposa María Chóez murió hace unos años, sobre esto recuerda una anécdota con nostalgia.
Es amante de la música y el pasillo es una de sus pasiones, “Las Tres Marías” es uno de esos pasillos que le gustan y le traen recuerdos, ya que, dijo, en su juventud tuvo tres novias que se llamaban María al mismo tiempo, una de ellas fue su esposa, a la que a pesar de muerta la sigue queriendo.
Su hijo Bruno Chóez es maestro. Él relató que su padre es de buena madera, le encanta el pescado y cree que es uno de los motivos por los que siempre ha sido sano.
Hace menos de dos años recayó con problemas en su salud que no le permiten caminar, por eso anda en silla de ruedas, también tiene problema en los pulmones y no escucha bien.
Sin embargo “Panchito” se mantiene estable y con una sonrisa.