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13.800 Voltios no le apagaron la felicidad

La sonrisa de Eduardo Javier Mendoza (33) sigue siendo la misma de toda su vida. Nada ni nadie se la borrará, insiste.

Viernes 20 Abril 2018 | 06:00

El hombre es un sobreviviente que le puso el pecho a las adversidades para salir adelante. En enero del 2012 fue víctima de una descarga eléctrica que lo “voló” desde lo alto de una construcción; perdió parte de su hígado, sus dos brazos y una fracción del muslo izquierdo de su pierna.

A pesar del golpe se mantuvo consciente y viviendo una pesadilla que le quemaba el vientre, por eso logró oír a los médicos cuando decían que debían enviarlo a Guayaquil, pero que no llegaría a Jipijapa con vida.
Contra todo pronóstico Eduardo sigue vivo y luchando por el futuro y bienestar de sus dos hijos.
El portovejense no cree que las lamentaciones sirven para dejar las malas rachas, en su caso, está seguro de que solo el trabajo y la capacidad enrumban a las personas hacia lo bueno.
 
Entrenador.  Desde la adolescencia a Eduardo Mendoza Álava le gustó trabajar, no importaba en qué.
Era de las personas que no dudaban en comprar un artículo que le llamara la atención. Primero preguntaba el valor y luego se programaba para sumar recursos y adquirirlo.
Fue por eso que incursionó en la albañilería y aprendió la básico del oficio para luego abrirse espacio en obras grandes. 
En el 2011, tras presentar sus documentos, entró a trabajar en la reconstrucción del hospital Verdi Cevallos, tarea a cargo de una empresa quiteña. Eduardo aseguró que recibió un buen trato y gracias a sus conocimientos fue asignado a trabajar en el grupo de los más experimentados.
 
Tragedia.  El día del accidente fue un viernes 13, considerado por muchas personas supersticiosas como de mala suerte. Eduardo menciona que ese día amaneció lloviendo y el clima no varió.
Esa jornada le tocó trabajar sobre el cuarto de máquinas de la casa de salud, tejían el hierro para fundir la losa, declara. Faltaban cinco minutos para las 12h00 (hora del almuerzo) y otro obrero se percató de que faltaba una varilla de hierro, entonces hizo la observación y se la pasó a Eduardo Mendoza. 
Hasta ese momento nadie se había dado cuenta de que se encontraban cerca de una línea de alta tensión (de 13.800 voltios), así que mientras Mendoza sostenía la varilla de hierro entró en contacto con la red de tendido eléctrico.
El exalbañil dice que jamás perdió el conocimiento y se quedó pegado por varios segundos que para él resultaron una eternidad; de pronto algo explotó. El entrevistado cree que fue el transformador.
En ese tiempo vio sus brazos arder en llamas y su estómago arder. 
El corrientazo lo botó de la altura y cayó de cabeza; ventajosamente el casco de protección amortiguó el golpe aunque por el impacto sufrió la rotura del cráneo. 
 
Delicado.  En el hospital dijeron que su muerte era cuestión de tiempo, ya que las heridas eran letales, así que fue transferido a Guayaquil, donde estuvo hospitalizado cuatro meses. 
Eduardo fue jubilado por discapacidad y percibe un sueldo de 320 dólares, con lo cual mantiene su hogar.
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