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MANABÍ.
Vida y muerte en las tres “zonas cero”

Aquel 16A era imposible recorrer las calles del centro de Portoviejo, Manta o Pedernales.

Lunes 16 Abril 2018 | 11:00

No solo por las toneladas de estructuras colapsadas. También por el miedo que provocaba la devastación y el hedor de los cuerpos que empezaban a descomponerse. El rescate de cadáveres tardó días. 

En Portoviejo hubo 137 muertos, la mayoría en el corazón de la capital.
Volver a caminar aquí evoca una dicotomía: muerte y vida. Hay edificios deshabitados, cuarteados, pero a lado de ellos comercios en ebullición. 
525 edificaciones colapsaron totalmente y se ejecutaron 3.679 demoliciones. Más de mil resultaron con afectaciones menores. 
Dos años después, todavía quedan vestigios del terremoto. Muerte y vida. La gente trabaja y el ritmo trepidante se recupera paulatinamente. Hay un retorno al centro, según el Municipio. Tanto que se han emitido 2.000 permisos de construcción, reconstrucción y mejoras. La reactivación de la zona cero es del 40 %, señala Portocomercio.
El pulso de la capital se lo puede tomar mejor en la avenida Alajuela. A pocos días del terremoto el cabildo cedió allí vía pública y unos 900 comerciantes informales -que antes copaban la calle Chile y sus alrededores- comenzaron a levantar sus puestos. 
No todos están conformes. No hay baños y tienen que ir a las casas cercanas que  los alquilan por 25 centavos. Hay desazón en algunos, como Zobeida Véliz, una menuda mujer de 60 años. “Esta ubicación es mala. Antes estaba en la calle Chile y 9 de Octubre. Allí trabajé por cuatro décadas vendiendo estas mismas zapatillas. Y ahora mire: nadie compra. Lo que gano no alcanza para comer”, dice. 
En el centro había desorden, pero estaba activado. “Somos informales”, se justifica Wilson Álava.
Es consciente de que no pueden volver al centro, cuyo rostro será distinto, de acuerdo a los planes municipales de reordenamiento. “Queremos una bahía popular, como la de Guayaquil. Cuando nos manden a esos centros comerciales no nos alcanzará para el arriendo. Además, no estamos acostumbrados a eso”, expresa. 
Hay quienes ven la situación con otro matiz. Mariana Guerrero (34) y Nelly Macías (56) solo se quejan de la carencia de baños. En lo demás, están muy a gusto. 
Allí han vuelto a creer: es posible levantarse luego de una tragedia. 
 
TARQUI LLORA. El corazón comercial de Manta no encuentra sanación. A dos años, la regeneración no termina.
La reactivación de la ‘zona cero’ va a paso de tortuga, demasiada lenta, y como el cangrejo, para atrás y de hueco en hueco, resume Verónica Macías, quien regresó a la avenida 108, con su negocio “El rincón de los ángeles”.
Para ella la reactivación de Tarqui no llega ni al 20 por cierto.
“Para hacer un hueco de una cámara para los cables que irán empotrados, se tardaron 60 días. A Tarqui los contratistas y sus trabajadores le han hecho más daño que el mismo terremoto”, advierte Ramón Jacinto Cuenca.
Don Cuenca perdió un edificio de cinco plantas y su ferretería en Tarqui fue saqueada. Suma más de 700 mil dólares en afectaciones.
Hasta el momento no recibe un centavo de crédito ni ayuda.
La reactivación en Tarqui no llega ni al 25 por ciento, asegura.
Un ejemplo: alrededor del mercado había más de 200 locales y ahora hay ocho.
Alexandra Vera, ciudadana, tiene contabilizados, hasta el jueves pasado, cuatro intervenciones en la calle 102 y avenida 109.
“Abren huecos una y otra vez. Y no avanzan nada”, insiste.
 
PEDERNALES Y LOS HUECOS. Toda el área urbana de esta ciudad fue catalogada como zona cero. Se quedó sin edificios y está llena de terrenos baldíos.
7 mil predios con edificaciones había en Pedernales, de los cuales 1.528 fueron destruidos por el terremoto, entre ellos hoteles, instituciones educativas, y otros edificios más.
Dos años después, la ciudad no ha logrado la recuperación. Hay polvo y huecos en las calles.
“De a poco la ciudad está cambiando aunque sigue semi destruida”, dice el alcalde Gabriel Alcívar.
Los edificios medianos que había se cayeron, y hay patios baldíos en los lugares donde estaban los hoteles, e incluso para el soterramiento de cables, y la instalación de las tuberías de agua potable se han destruido algunas calles, señaló.
Destacó que el Gobierno comenzó a ejecutar proyectos como el plan de agua potable, soterramiento, urbanización de Ciudad Jardín, reasentamiento La Chorrera y otras obras.
Juana Guacho Pilco tenía un hostal de cinco pisos. Ahora, con la ayuda de su familia y amistades, logró construir una planta baja para vender mercadería variada.
Indica que las ventas le permiten apenas pagar a quienes le entregan la mercadería, porque tampoco ha recibido ayuda de la banca pública. Ya descartó la idea de volver a levantar su hostal, porque falta de dinero y apoyo.
“Lo peor que me pasó fue que perdí a mi hija, lo material es lo de menos. Aquí ni el Gobierno ni las autoridades nos han ayudado”, expresa Guacho.
Johnny Vera, director de Obras Públicas del municipio, manifiesta que aproximadamente 125 comerciantes en el centro se vieron afectados.  
 
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