Cuando veo y escucho a ciertos presentadores de noticias de televisión, o leo un comentario periodístico manifestando su total adhesión a la política exterior norteamericana en relación con nuestro pais, la primera interrogante que emerge a nuestra mente es, ¿por qué debemos apoyar a un Gobierno extranjero que siempre, por boca de sus representantes, nos siguen considerando como su patio trasero? ¿No sabemos o hemos olvidado los concepto de patria, soberanía, dignidad e independencia? ¿Desde cuándo el vocablo patriotismo se convirtió en una mala palabra? ¿Puede una nación sobrevivir como república independiente si no defiende y practica los principios fundamentales del Derecho Internacional Público, como son la no intervención y la libre determinación de los pueblos?
La convivencia pacífica entre Estados es el fundamento real de la paz mundial; mas, cuando un Estado se arroga atribuciones, basado únicamente en su descomunal poderío militar para invadir a pueblos bélicamente indefensos, con el evidente propósito de apoderarse de sus riquezas naturales, es obvio que alcanzar la paz mundial, en estas condiciones, es una utopía, un anhelo irrealizable.
El Creador nos dotó del más valioso atributo: La inteligencia. Esta cualidad humana es la que nos permite discernir, pensar, razonar; entonces, ¿por qué no usamos la inteligencia para poder darnos cuentas que son los países hegemónicos, gobernados en la realidad por las omnipotentes élites financieras, los que atentan permanentemente contra la paz mundial?
Quiero agradecer a mis compañeros lectores por el generoso acto de leerme, y mi gesto recíproco es transcribir estas brillantes y contestatarias reflexiones contenidas en el libro La Revolte Des Magiciens (“La Rebelión de los Brujos”) -un hermoso regalo de mi hijo Carlitos- escrito por Louis Pauwels y Jacques Bergier; meditación que abre paso a la fructífera imaginación, permitiendo adentrarnos a una nueva dimensión reflexiva que nos posibilita “ver” las verdades ocultas:
“Nuestra Civilización, como toda civilización, es un complot. Numerosas divinidades minúsculas, cuyo poder sólo proviene de nuestro consentimiento en no discutirlas, desvían nuestra mirada del rostro fantástico de la realidad”. Ser realista es “partir del principio de que la realidad es desconocida”; y, para aquellos sectarios y fanáticos que con su dogmatismo a cuesta construyen un insalvable muro que les impide el acceso a la fuente del conocimiento y la cultura, el sabio razonamiento de Louis Pawels quizás les permita ver la luz: ”Las inteligencias son como los paracaídas: sólo funcionan cuando están abiertos”.
No existe frontera que limite el pensamiento humano; no existe poder que encadene la libertad de ser libre para derribar mitos, para desenmascarar a los farsantes; nadie podrá destruir los valores inmanentes que alumbran el sendero de los hombres buenos. Pobre de aquel que camina en la oscuridad con una antorcha apagada y en dirección al precipicio.
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