El presidente Moreno ha dicho en la ciudad de Manta, con respecto de la función de los periodistas, y cito: “(sean) lapidarios y duros” en sus investigaciones correspondientes a la corrupción del Gobierno. “Ya pasó el tiempo de las persecuciones, en el cual se satanizaba a la actividad de periodistas… No dejen nunca de denunciar, no dejen nunca de investigar aunque se equivoquen”. Nunca es tarde para recular y parece que el presidente lo hace ahora; después de haber participado como vicepresidente durante 6 años.

Esta declaración -que es un respiro para todo el país- debe ir acompañada de varias acciones, entre ellas: la eliminación o reforma sustancial de la Ley de Comunicación, la eliminación de la Secom, la venta de los canales incautados, la eliminación de la Senain, entre otras cosas. Y es que la libertad de expresión va de la mano de la libertad de pensamiento y estas dos deben ir de la mano de la coherencia a la hora de actuar. Es cierto que no ha pasado todavía un año desde que el nuevo Gobierno se posesionó; la Asamblea Nacional ha estado prácticamente paralizada por las peleas del correismo y ahora es necesario pactar alianzas para gobernar en el Legislativo. 

Es preocupante que se vea más de lo mismo, como si no se hubiese aprendido ya del pasado -sobre todo del reciente- como los nombramientos clave dentro del gabinete.

Aun cuando los medios comunican que la actitud de las autoridades de control es bastante distinta a la experimentada durante el regimen de Correa, el problema de fondo es que los mecanismos de control existan todavía. Su mera existencia son una amenaza al ejercicio de informar. 

Si bien es cierto, quien informa debe hacerlo siempre con prudencia y responsabilidad, el amedrentamiento no vuelve a los individuos más profesionales, sino que asfixia a la sociedad entera. La destitución de Carlos Ochoa -sin sanción- no es suficiente para tumbar uno de los emblemas del abuso; se necesita un cambio de las estructuras de gobierno y la forma de aplicar la autoridad. 

Todas las acciones en aras de apertura son bien vistas: más libertad de expresión, más facilidad para emprender, más apertura al comercio exterior, más transparencia al gobernar, más competitividad para el sector privado y más fortalecimiento de la dolarización. Más coherencia.

En el caso de Manabí y Esmeraldas, específicamente, se necesita transparencia en la administración de los fondos de reconstrucción del terremoto. El próximo mes serán dos años y sobra que describa todo lo que falta por hacer. Si el presidente actual reconoce que se satanizaba al periodismo, reconoce entonces que hay mucho, además de la libertad de expresión, que se necesita rescatar. Hay mucho por hacer.

Este diario, El Diario, cumplió 84 años de fundación. ¡Enhorabuena por ejercer a cabalidad la libertad de expresión!