Permitiéndome recalcar que el abogado/a es la persona amante de la paz, que se ha especializado en ciencias jurídicas, dedicado moral y éticamente a la defensa de las partes procesales que intervienen en un juicio, asuntos judiciales y/o administrativos, ofreciendo además asesoramiento en el área pública o privada. 

Claro está -y pretendo equivocarme- que “algunos” se han aprovechado de la profesión y hasta abusado de la confianza de sus clientes, desacreditando y cayendo en desmérito esta noble labor en defensa de los semejantes. 

Para conocimiento general, el “Día del Abogado Ecuatoriano” se conmemora desde un 20 de febrero de 1945, cuando un grupo de juristas de renombre e integrantes de la Academia de Abogados de Quito se reunió para rememorar el primer centenario del natalicio del jurista, profesor, literato, publicista y escritor, Dr. Luis Felipe Borja, con la intención anual de rendir un justo homenaje a los hombres y mujeres que cumplen la sagrada misión de defender los derechos e intereses individuales y colectivos de sus congéneres (ElComercio.com). 

Eduardo J. Couture, uno de los grandes abogados latinoamericanos de todos los tiempos, dejó como su mayor herencia y creación el famoso Decálogo del Abogado, que siempre debe ser la biblia, principio y corolario de cada jurisconsulto: 

Estudiar, pensar, trabajar, luchar, ser leal, tolerar, tener paciencia, tener fe, olvidar y amar tu profesión, misma que reflexionadamente, el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor proponerle que sea abogado. 

Naciendo con esto la inquietud latente de ¿cuántos profesionales en Derecho forman parte de la actual Asamblea Nacional? o ¿cuántos debieran tomar parte de los cabildos legislativos? 

Haciéndome eco del lema de campaña de determinado candidato, “zapatero a su zapato”, no obstante de reiterar de manera afable y sentida mis parabienes a las y los colegas abogados, ansiando que en vida se solemnice un espacio apropiado para galardonar a quienes cumplieron, cumplan o vayan a cumplir más de 30, 40, 50 y más años de justa, impoluta y transparente trayectoria en la tan difícil y muchas veces incomprendida pero a la vez amada carrera de la abogacía, retomándose, en igual forma, el liderazgo local, provincial y nacional en beneficio exclusivo de la colectividad. 

¡Salud abogados y abogadas!