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La historia de un pueblo

El libro ‘Mi Pueblo y la Tradición Andina’ recoge información del cantón Guachapala, ubicado al nororiente del Azuay.

Martes 13 Febrero 2018 | 04:00

Su autor es Teodoro Jerves Jerves, médico de profesión y apasionado por las letras, quien presentó esta obra durante la sesión del municipio anfitrión, celebrada el pasado miércoles, publica diario El Mercurio de Cuenca.

Jerves, quien también es concejal de Guachapala, destaca que el lanzamiento de esta obra formó parte de las celebraciones por los 23 años de su tierra, a cuyo pueblo dedica su trabajo, en el que participó una serie de colaboradores entre los que hay dibujantes, literatos, fotógrafos y amigos nativos de ese cantón, quienes también se hacen presentes.
‘Mi Pueblo y la Tradición Andina’ es presentado en un amplio volumen de 920 páginas, cuenta con 816 fotografías en blanco y negro, 1.280 fotografías a color y 144 dibujos de artistas de antaño y contemporáneos, como es el caso de Zoila Clementina  Gómez  Jaramillo,  cuyas obras son parte del patrimonio religioso de la iglesia matriz de Guachapala. 
Esta investigación y recopilación duró cinco años y culminó con esta publicación. Jerves invita a la ciudadanía a conocer el cantón Guachapala, a sus habitantes, sus tradiciones y su riqueza cultural.  
 
El nombre. Las historias en torno a la imagen de Guachapala han pasado de abuelos a nietos desde hace 400 años.
El autor detalla que fueron indígenas quienes vieron la imagen en el sector Peñas, antes ruta hacia el Oriente. En este sitio cada noche los campesinos podían ver una luz que recorría desde el centro del cantón hacia el lugar donde le encontraron por primera vez.
De acuerdo al texto publicado en el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Ecuatoriano, SIPCE, el origen de la imagen del Señor de Guachapala se remonta al año 1600. 
Según la tradición oral, entre 1580 y1600 habitó en Cuenca una hermosa joven llamada María Mercedes Sánchez Romano, de familia aristocrática y católica. Fascinada por su hermosura y juvenil inexperiencia, esta joven se entregó a las ligerezas del mundo e imitó la vida de las más famosas meretrices. Después fue rechazada por su padre y toda la sociedad cuencana.
Abandonó su casa y cargando su crucifijo de madera de guachapelí siguió el curso del río y fue a parar a Hazmal, hoy Guachapala. Allí se ocultó en una montaña de árboles de guachapelí para vivir en las cuevas.
Nadie sabía su escondite. Sin embargo, la tradición cuenta que desde Guagual y Dug Dug, que están frente a la montaña donde vivía María Sánchez, se veía por las noches una vela que ella encendía para las necesidades de su vida de penitente. 
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