La semana anterior mencioné el amargo comentario, que más parecía la expresión de una frustración cruel, del expresidente Arosemena sobre el servicio que en sus tiempos ofrecía la empresa pública de telecomunicaciones.
Han pasado muchos años, y la situación, no obstante los cambios tecnológicos de la época, ha variado, en esencia, poco. El Alcalde de Guayaquil, por ejemplo, la semana anterior envía un tuit, a propósito de la alianza para el dragado del canal de acceso al puerto, que dice, textualmente, lo siguiente: ”Logramos la primera alianza público privada del Ecuador cumpliendo con las nuevas normativas. El Presidente, el Ministro de Transporte y su equipo, actuaron con gran diligencia y responsabilidad. Sin embargo, si estos temas se dejan al ritmo de la burocracia intermedia y no se suprimen trámites innecesarios, las Alianzas Público Privadas no constituirán un factor de inversión, desarrollo y empleo”. Y este es el gran peligro que ayer como hoy está presente en el país.
La burocracia no es, como me lo hizo saber un lector en un correo electrónico a raíz de mi comentario del lunes pasado, una pieza fundamental para que el país “camine”. Está muy lejos de serlo, en realidad está a años luz. La burocracia es nada más y nada menos que parte de una “línea de ensamble” aunque pueda desagradar el concepto y a muchos no le guste. Imaginemos que los dirigentes políticos de cualquier nivel de gobierno -local, regional, nacional- en momentos de lucidez, diseñan algo para beneficio de sus gobernados. Realizan los consabidos estudios de factibilidad, buscan el financiamiento y se dan los demás pasos. Llega el momento de ejecución y en el proceso de implementación y de poner en práctica lo planificado, la burocracia debe jugar su rol, desempeñar su papel, es decir, hacer rodar el concepto para que se elabore el producto final planeado y claro sin sacrificar ni la calidad ni el tiempo de ejecución. Este es su papel. No me parece que tiene otro. No es pues el de obstruir, ni de inventar requisitos. En otras palabras, su misión no es poner piedras en el camino para trabar las cosas e impedir que el país avance. Su tarea es facilitar las cosas para que nada se detenga en el camino al progreso.
La burocracia entonces no debe constituirse en el poder omnipotente, que lo puede y lo sabe todo. No puede ser el “Muro de Berlín” que los ciudadanos deben saltar o evadir para progresar. No, nada de eso. La burocracia está para aliarse con las mejores causas, para caminar juntos con los ciudadanos que luchan todos los días, desde sus trabajos, por el progreso del país.
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