A pesar de que se ha tratado de convencer que la década pasada fue de bonanza, el índice de pobreza indica que no ha sido tanta verdad, pues existe una gran cantidad poblacional que sobrevive mensualmente con apenas cuarenta y ocho dólares, ubicándose en la franja de extremada pobreza.

En Manabí la situación también reviste esa urgencia de sobrevivir, incrementada de alguna manera por el terremoto del 16 de abril del 2016, que perurge al Gobierno Nacional a demostrar su capacidad para enfrentar la exigencia social-constitucional del buen vivir, incrementando las fuentes de trabajo y desterrando la corrupción.

Y a los gobiernos cantonales a trazar programas que conlleven más al desarrollo humano, trabajando de la mano con las entidades de la producción, académicas, profesionales, laborales, culturales, educativas y de servicios, para llegar, programada y conjuntamente, a cubrir las mayores necesidades del entorno social correspondiente.

Esperamos que los mandatarios cumplan con su deber por el bienestar nacional.