Y se valieron de modernos judas que vislumbraron parte convenientemente interesante para ellos al doblar la cerviz al mandatario mayor, brindándose sin beneficio de inventario seguro para atentar contra uno de los mayores recursos históricos, económicos, turísticos y de seguridad, que la capital manabita presentaba.

La dictatorial decisión del ahora conocido como presidente de la década de la corrupción, no solo que hirió gravemente la posición de puerto aéreo que tenía Portoviejo, sino que descubrió la facilidad con que la sumisión se apodera de quienes han asumido la responsabilidad de defender la comunidad que les confiara su protección, no la destrucción de sus bienes a cambio de nada.

Lamentablemente aquello tiene ejemplos deplorables en la desaparición del Centro de Rehabilitación de Manabí (CRM), de la Junta de Recursos Hidráulicos (JRH), de la Comisión para el Desarrollo de la Zona Norte de Manabí (Cedem), el pretendido traslado del Fuerte Militar Manabí a otra localidad, el intento de descategorización de la capital manabita al trasladarse las principales instituciones públicas a otras ciudades, entre perlas que recuerdo.

La prepotencia, de quien prevalido de la momentánea aureola sobre su calenturienta cabeza hacía en el país lo que le daba su regalada gana, fue la que dictó la sentencia condenatoria para el -en ese tiempo- recientemente mejorado aeropuerto Reales Tamarindos, siendo, lamentablemente, la misma tara la emulada para tratar de construir una ciudad diferente, matando de a poco su riqueza histórica, mientras se distrae al pueblo con parques y circos.

¿Se imaginan la  cantidad de aviones que con ayuda extranjera y nacional para los damnificados pudieron haber llegado a Portoviejo, pero que se dirigieron a Quito, Guayaquil y Manta, porque el nuestro está bajo la bota del autoritarismo?

Desoyendo las voces que sugieren no tocar la pista, hasta que se cuente con recursos que garanticen que la realización de otro proyecto es seguro, se anuncia la apertura de seis calles, con la misma soberbia que mostrara quien, creyendo que el Estado era él, ahora recorre el país, constatando que su figura real se refleja en el repudio y los “huevazos” que ha recibido a su paso.

La vida nos ha enseñado que las virtudes pueden llegar a transformarse en superficialidades, a ser ignoradas u olvidadas si los defectos arrastran a una equivocación de mayor afectación a quienes se pretende servir.

Mas, recurriendo a la cordura, antes de ejecutar el daño irreversible, ¿por qué la corporación, partidaria de asignar importantes sumas para estudios, no dispone uno para comprobar la necesidad o no del aeropuerto?