Un ejemplo: lo sucedido en la Cordillera del Cóndor y otros lugares, donde se concesionaron amplias zonas vírgenes para ser explotadas en busca de oro, plata y otros metales, por compañías extranjeras que trataron de convertir a la fuerza una serie de feudos, con el argumento de efectuar mejor sus labores, razones por las cuales se desalojaron de estos territorios a sus legítimos dueños ancestrales, que por siglos vivieron allí. 

Tenían ellos su propio sistema de organización social y productiva, siempre luchando con los elementos naturales, pero ellos eran felices; esas tierras eran sus aposentos, le suplían en sus necesidades y tenían aquello que muchos anhelan: tenían libertad. 

Al principio del atropello resistieron, pero a la fuerza fueron desalojados, perseguidos, atropellados por elementos de fuerza armados. 

Y se ven en las escenas a ancianos, mujeres y niños, huyendo desesperadamente y cargando a cuestas lo que más podían. 

El Estado usó la fuerza pública para tan detestable fin y estas familias tuvieron que ir a buscar otros parajes, selvas más adentro, dejando sementeras, animales domésticos, casas nativas, sus rústicos caminos, huyendo como si fueran delincuentes de eso que la providencia les entregó como hogar legítimo. 

Las compañías instalaron feudos con cercos y han pretendido crear zonas como propiedad, por donde no pueden transitar los ecuatorianos; con garitas y controles, respaldados por gente armada, incluyendo cerrar el paso al periodismo nacional. 

Esto es inicuo, increíble; el derecho de tránsito por nuestro suelo, entregado por miserables monedas que, dados los grandes atracos a los fondos públicos que hoy están siendo investigados para tratar de sancionarlos, nadie conocería a ciencia cierta adónde fueron a parar todos los recursos obtenidos por las detestables concesiones. Ante estos hechos que ofenden al convivir republicano y democrático del pueblo ecuatoriano, es imprescindible que los miembros del actual régimen, que ha establecido diálogos con múltiples sectores, lo hagan también con quienes fueron agredidos y perjudicados económica, social y ciudadanamente.

Esto con el objetivo real de organizar el aprovechamiento de nuestro suelo con el respeto debido a todos los sectores socioeconómicos, por lo que pueden incidir en sus justos derechos. 

Así hay que dialogar con los habitantes de cada rincón de la patria y sus hijos, cobijados por la bandera y la Constitución de la República.