Después, los ánimos se calmaron, aunque el martes un tiro desde los doce pasos volvió a ser centro de la atención.

Cuando Neymar se había asegurado un “hat-trick” en su cuenta personal, el brasileño quiso un cuarto gol y no dudó en ir al remate; el PSG ya ganaba 7-0. 

Lo llamativo fue que los hinchas, antes de contactar la pelota, empezaron a pifiarlo. Y tenían un gran motivo para hacerlo.

Decenas de aficionados querían que el penal sea pateado por Edinson Cavani, pues, con un gol más, superaba el récord de Zlatan Ibrahimovic como máximo goleador histórico del PSG. 

No obstante, Neymar firmó su cuarto tanto e hizo que el uruguayo se quedara con las ganas de gritar su gol número 157.

Cavani, que el próximo 14 de febrero cumplirá 31 años y llegó al PSG en julio de 2013 procedente del Nápoli, lleva jugados 225 partidos con el equipo francés, con 108 goles en el campeonato liguero francés, 26 en la Liga de Campeones, 9 en la Copa de Francia, 12 en la Copa de la Liga francesa y uno en la Supercopa francesa.

El máximo goleador en la historia del PSG sigue siendo Ibrahimovic, con 156 goles en 180 partidos, seguido del portugués Pedro Pauleta, con 109 en 176.

Historia se repite. Esta no era la primera vez que los hinchas del PSG tomaban partido por el uruguayo Cavani. 

El pasado 17 de septiembre, en un duelo contra el Lyon, ambos pujaron por quién sería el encargado de patear; según medios franceses, la discusión se trasladó después al vestuario. 

Desde entonces, el técnico español Unai Emery designa antes de cada encuentro al encargado de las penas máximas bajo un sistema de rotación que busca imponer la paz entre ambos. 

Sin ir más lejos, frente al club Dijon el turno legítimo era de Neymar, pero la grada y algunos compañeros consideraron que hubiera sido una gran muestra de grandeza ceder su turno al uruguayo para batir el récord de Ibrahimovic. 

“Hubiera podido dejar el penal a Cavani, hubiera sido un gesto de ‘juego limpio’”, afirmó el defensa belga Thomas Meunier, una vez terminado el partido. Eso sí, consideró “ingratos” los silbidos de la hinchada.