Actualizado hace: 930 días 22 horas 41 minutos
Portoviejo
Travesura con una serpiente lo tuvo ‘sin vida’ una semana

Han pasado diez años desde que a Miguel lo mordió una serpiente en el patio de su casa, mientras jugaba con sus hermanos.

Jueves 18 Enero 2018 | 04:00

 Pese a que quiere olvidar y despojarse del recuerdo, asevera que no lo puede hacer.

Y es que a su mente le llega el incidente cada vez que se toca el pie derecho, donde tiene dos pequeñas cicatrices, casi invisibles, 
pero que le “dicen” presente.
Fue el lugar donde lo mordió un culebra “equis” en el verano del año 2008. Disfrutaba de las vacaciones junto a sus hermanos, cuando se vio inmerso en esta tragedia.
 
Juego. Miguel Roldán aseguró que el día de la desgracia, desde temprano se puso a jugar con sus dos hermanos en el patio de su casa, en la parroquia Andrés de Vera, sector del centro de salud y maternidad.
Como es típico entre los muchachos, tomaron el balón y comenzaron a golpearlo en todas direcciones. 
Incluso apuntaban a las matas de plátano que se encontraban alrededor.
La diversión del adolescente se terminó cuando vio a un animal de un color parecido a una hoja seca, al cual lanzó un puntapié. 
En efecto, logró su objetivo, pero el reptil lo mordió.
Atacado. “Sentí un dolor muy fuerte y a la vez algo que ardía y que subía por la pierna. Corrí donde mi papá; él salió con un machete y mató la culebra. Luego me dijeron que me puse morado y que perdí el conocimiento”, indicó Roldán. 
Añadió que su padre fletó un taxi y tras consultar con sus amistades lo llevó a donde un curandero en la vía a Bahía de Caráquez, quien le dio de beber algo y lo puso en tratamiento especial. Sin embargo, y pese a la urgencia, no dio esperanzas.
Miguel, en ese tiempo de 15 años de edad, reaccionó a la ayuda. El curandero recomendó dejarlo en su consultorio.
 
 Milagro. Y cuando se pensó que la mejoría seguiría, Miguel se quedó dormido. Un suero y el brebaje del curandero lo mantuvieron vivo tres días más.
Los padres, ya desesperados, decidieron sacarlo para buscar un centro de salud de Portoviejo al quinto día de la mordida.
Los médicos, según Roldán, le aplicaron un suero antiofídico “sin compromiso alguno”, ya que habían perdido tiempo con el curandero. Dos días después Miguel abrió los ojos en un hecho calificado como milagroso por los médicos.

 

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