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¿Ver y no poder decir?

Domingo 14 Enero 2018 | 04:00

Tres tipos de fenómenos naturales sorprenden y desconciertan al mundo: los atmosféricos, los sísmicos (terremotos) y las erupciones volcánicas; porque son imprevisibles, incontenibles e inimaginable su magnitud. 

Desde siempre la humanidad ha tratado de desentrañar sus misterios, pero se choca con su principal obstáculo, la escasa información que tenemos de ellos, puesto que, a no dudarlo, es a base de las estadísticas reales de repetitivos eventos de estos fenómenos que podremos primero entenderlos, luego conocer su trayectoria y después vaticinar los venideros cataclismos.
Hoy en día sus estadísticas son escasas, en cambio los progresos de la humanidad se registran más en lo micro; esto es en la capacidad de reproducir en laboratorios cientos, miles, millones de veces insistentes fórmulas que arrojan resultados firmes y consistentes, poder elaborar estadísticamente tantos eventos cuanto sean posibles y cuyos resultados permitan luego vaticinar o planificar un futuro cierto. Esto se ve en la medicina, en la botánica, en la ingeniería, en la tecnología en general que constantemente los científicos del mundo no descansan en investigar y descubrir. 
En la naturaleza es diferente, no se puede reproducir en laboratorios infinidad de veces estos fenómenos naturales para poder estudiar su comportamiento, encasillarlos estadísticamente y así, en el futuro, con posibles características o comportamientos de la naturaleza, predecir lo que ocurrirá. Sencillamente solo somos meros espectadores de los diferentes fenómenos naturales que ocurren año a año en todo el mundo, aún no sabemos anticiparlos.
Observemos que de los tres fenómenos citados, los que de mayor información se cuenta son los atmosféricos; y aún así no hay organismo especializado en el mundo que logre, con anticipación y certeza, vaticinar su ocurrencia; para muestra un botón: está muy fresco y reciente, el ciclón frío Bomba en los Estados Unidos, donde nadie lo predijo, les llegó súbitamente.
Notemos que ciclón, tifón y huracán es lo mismo; los norteamericanos inteligentemente le denominaron ciclón, en vez de huracán, presumiblemente para que pase desapercibida su ineficacia en detectarlo a tiempo. En los movimientos telúricos y volcanes la ignorancia es mayor; hace pocos meses en México ocurrieron dos sismos a escasos días de diferencia: el primero la alerta temprana ayudó, en el segundo fue un fiasco.
Este relato viene a cuento por la reciente presencia del científico Theofilos Toulkeridis, que respetando sus criterios vertidos con respecto al futuro sísmico del centro de Manabí, personalmente yo los acojo con algo de escepticismo. En todo caso, le demandaría mayor claridad en lo que dice ver sin temor a ley alguna por lo que diga; nadie lo amonestará por decir tan importante evento. Imagino que sus conocimientos son claros y añejos. ¿Acaso vio el 16A? De ser así, ¿por qué no lo advirtió? Tengo mis dudas. 
Prevengamos haciendo mejor nuestras obras más seguras, pero no llenemos de temor ni frenemos el desarrollo de Portoviejo y Manabí. Necesitamos inversión local y externa, no espantarla con tan perturbadores augurios.
 
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