Ese día, cuando Emelec dispute la final ante Delfín, Antonio Lino colocará una radio en el cuarto de su hijo para que escuche “cómo su equipo gana una copa más”.
Luego acudiría al partido, como lo hacía siempre, como lo venía haciendo desde que era adolescente, cuando su padre le regaló una camiseta del equipo.
Joel estaría emocionado. Preparando la bandera azul y un gorro que solía usar en cada encuentro de los ‘eléctricos’.
Estuvo internado durante dos meses en un hospital de Guayaquil y luego, sin ninguna esperanza de recuperación, lo enviaron a casa.
Ese 10 de diciembre había acudido a ver un partido entre Delfín y Emelec. Un encuentro similar al de este domingo, solo que ahora su equipo puede llegar a ser campeón.
Joel, de 21 años, es quizás el hincha más conocido de Emelec en Manta.
El día del accidente cantaba “Te alentaremos de corazón”, esa canción que emociona a los hinchas azules, quienes ese día enmudecieron ante la caída del muchacho.
UN AÑO. Hace cinco días se cumplió un año de aquel suceso. Pero dos meses antes, en la tarde, Joel levantó el brazo derecho para buscar el rostro de su madre, guiado por su voz, que en ese momento se quebraba de la emoción. Ya habían pasado diez meses y Joel permanecía sin moverse, con la mirada congelada mirando al techo, mientras su madre todos los días le hablaba de lo lindo que había amanecido el día y de lo mucho que lo quería.
Diana Ponce nunca perdió las esperanzas de que reaccionara, y esa tarde, cuando movió el brazo, se echó a llorar a su lado como quien es testigo de un milagro. Porque eso es lo que ha pasado, cuenta Diana: un milagro. Joel está despertando, ya mueve un pie, los brazos y en ocasiones hasta intenta balbucear.
Parece que quisiera hablar, decir algo, pero no puede. A él le practicaron una traqueotomía (orificio en el cuello para alimentarse) y eso no le permite hablar bien, explica su madre.
Aun así, no se ha perdido un partido del ‘Bombilllo’. Sus padres le encienden la radio para que los escuche.
Diana dice que los médicos le han recomendado ponerle música o encenderle la televisión para que pueda sentir estímulos.
Todos los días ella le habla. “Cuando le digo ‘mijito, levante la mano’, él la alza, pero creo que ha perdido la visión, porque escucha mi voz y me busca con la mirada perdida”, indica.
Joel permanece en un cuarto que fue acondicionado para su cuidado. Allí hay banderas, escudos y camisetas de Emelec. Todo el lugar fue arreglado por amigos y familiares.
Su padre, Antonio Lino, recuerda que a los 17 años Joel ya viajaba con otros hinchas de Emelec a ver los partidos a Guayaquil.
Después estuvo en Colombia, Venezuela y Perú, cuando su equipo jugó la Copa Libertadores.
Joel es uno de esos hinchas que se tatúan el equipo en la piel. En la espalda tiene dibujado el escudo de Emelec.
Su vida es azul, dice Antonio. “Todo en él tiene que ver con el equipo, incluso le decía a su madre que él solo tiene dos amores: ella y Emelec”, recuerda.
EN EL CUARTO. Ayer en la mañana Antonio ingresó al cuarto de su hijo Joel y le contó que Emelec le ganó a Delfín 4- 2.
Le dijo que fue un partido un tanto difícil, porque el rival no se dio por vencido.
Lo observó y recordó que hace un año, en este mes, él estaba haciendo fila comprándole una entrada para el partido de Emelec y Delfín. En ese instante cayó en cuenta de que fue él quien le consiguió el boleto para entrar al estadio, donde luego Joel tuvo la caída.
Eso lo deprime un poco, pero Antonio sabe que su hijo va a reaccionar y que pronto podrán ir al estadio juntos, gritarán los goles y corearán las canciones. Pero hasta entonces, le traerá el partido a casa. Encenderá una radio y cantarán los goles porque, asegura, Emelec será campeón y Joel no se puede perder ese momento.