Se han olvidado de ser mansos y humildes, olvidados de ser justos con Dios y con el prójimo, olvidados de ser compasivos, perdonadores, alegres y solidarios.
Al mismo tiempo, muchos se han vuelto más arrogantes y orgullosos, dejando de lado los mandamientos de Dios en las relaciones con los demás
Otros se han vuelto indiferentes, más proclives a fomentar las peleas e incidentes con las personas, no dedican tiempo para autoanalizarse y se convierten en jueces verdugos con los errores de los otros, cuando ellos también los cometen.
Otro tanto hemos sacado de nuestras convicciones la importancia suprema de perdonar y pedir perdón.
No hay dudas de que nos estamos volviendo más desconectados físicamente, más aislados aun de los que están cerca y juntos en el mismo hogar.
Hoy muchos están angustiados, mas apáticos, pesimistas y resignados en un punto donde creen que no hay esperanza de dejar estos comportamientos negativos; han perdido la esperanza de creer que sí hay un camino y unas enseñanzas milenarias para cambiar nuestra manera de pensar y actuar.
Hoy, millones y millones de personas estamos convencidos de que todo esto está ocurriendo porque hemos dejado de lado las instrucciones que Dios nos legó en las Sagradas Escrituras.
¿Cómo es posible no practicar uno de los más útiles mandamientos para la armonía de la raza humana que el maestro Jesús enfatizó en su cátedra evangélica, el maravilloso mandamiento de amar con todas nuestras intensidades al prójimo como a nosotros mismos, la misma intensidad con que debemos creer, respetar y amar a Dios?
En el desconocimiento y cumplimiento de estos dos mandamientos ha estado la causa de todos los comportamientos negativos de la raza humana.
De ahí que una salida a esta crisis no depende de una formal invitación a seguir una u otra religión; está en algo más elevado porque se trata de cambiar todas las estructuras mentales que han llevado al hombre a pensar y actuar de forma contraria a los preceptos y principios morales milenarios.
El sendero hacia la salida está en conocer a fondo, con seriedad, gran interés y práctica, lo que Dios planificó desde antes de crear la Tierra, unas revelaciones e instrucciones en un período de mil quinientos años que incluyeron la historia de Moisés y el Mesías Jesús con mandamientos y miles de instrucciones, para que la existencia humana transite sobre la abundancia de amor, paz y justicia.
Esa es la clave; está ahí, en todas las Sagradas Escrituras legadas para las distintas civilizaciones.
Desde esta perspectiva, a nosotros nos corresponde escudriñar lo que está a nuestro alcance, las escrituras bíblicas.
Hacerlo, está probado, trae verdaderas transformaciones de pensamientos y acciones.
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